viernes, 28 de octubre de 2011

YO, MÍ, ME, CONTIGO. NO SE PUEDE CAER MÁS BAJO. O SÍ.

Llegados a este punto, duermes en mi habitación, con mi camiseta de fútbol que te cubre las piernas lo justo, parece que está hecha a tu medida. Como mi silla para tu ropa interior. Tu perfume es la única droga de diseño que pueden soportar mis sabanas. Poco a poco voy colocándome, se mueven las paredes, recuerdo aquellos versos “todas las putas son tú cuando despiertas y no hay nadie” y el polvo se queda a medias. Te pregunto si tienes sed. Voy a morir de un momento a otro. Hay camas que no están hechas para dormir, por ejemplo, la mía si estás tú. Me voy al sofá haciendo de equilibrista por el pasillo, bordeando todo lo que sueñas y que pasa descalzo por mi lado. Cuando por fin consigo dormirme, justo cuando cierro los ojos sin pensarlo dos veces, apareces no sé exactamente de dónde para decirme que ya es la hora. Te preparó café, a mi manera. Recorres las marcas que me ha dejado la textura del sofá en la espalda, a tu manera. Te pregunto si de verdad tenemos que ir hoy de compras. Te doy el dato de que no es seguro, pero probablemente sigan ahí -todas y cada una de ellas- el lunes. Sonríes mientras bebes el café en mi taza de los Beatles. Sabes que las conversaciones que tendré hoy serán fugaces y breves. Pero sabes también que aunque no diga nada durante horas, estaré pensando en tu color de uñas. A duras penas, cruzamos el puente de Triana. El carril bici tiene el mismo tamaño que el carril de los coches. Así son los políticos. Unas mentes privilegiadas. Las Rayband me extraen del mundo pero el sol golpea hasta lo que no se ve. Por fin llegamos. Entramos en...da igual. Son todas iguales. Tienen todas lo mismo. Sólo cambia el nombre. Calculo los decibelios antes de entrar. Te espero fuera mejor. Vamos a otra tienda. Sigue dando igual el nombre. En esta sí entro. Me dices que coja esto, y esto otro, y eso, "¿Me quedará bien esto?" No lo sé. Mi abstracción ahora mismo no existe.
Llegados a este punto, estar cargado con faldas, camisas, camisetas y vaqueros en la puerta del probador es algo que no cambiaría por ninguna otra cosa. Aunque sepa con total certeza que no vas a llevarte nada. No se puede caer más bajo. O sí.

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