domingo, 27 de diciembre de 2015

SUENA A ÉXTASIS Y A MAGIA CORTADA CON LOS DEDOS


Casi me quedo dormido en la ducha. Ya sabes por qué. 12 horas a menudo parecen 24 y no estoy tan seguro de lo que digo, por ejemplo, ahora. Podemos y no podemos del todo. Estar y ser la última lavandería que nos salve. Qué lastima de ganador. Qué lástima de tanta estupidez. Qué suerte que estés aquí, en pijama, con un escrutinio del 92,35% y con tu olor en todas partes. No te voy a convencer. Tocarla a oscuras suena a éxtasis y a magia cortada con los dedos. Un poco más no nos hará daño. Ya probamos un poco menos y fue una mierda.  Entre las siete de la mañana y las ocho de la tarde me fugaría contigo a Damasco o a Hong-Kong, da igual. Por la noche hay que negociar los desiertos. Tienen que irse. ¿Cómo coño puede ser el 28,72% lo que quiere la mayoría? Habrá que explicarlo de nuevo. Andalucía tampoco aprende. Ni ahora ni tarde. Si las reglas del juego no son justas, lo más justo es romper el juego. No hay discusión. El frío y yo sonreímos cuando te desnudas. Todo se detiene. Estar y ser la parte que no se puede recuperar. Que sólo podamos perderlo del todo. Que con cualquier maldita cosa que suceda parezca que vamos recuperarlo de repente. Y que lo único que ocurra de repente es darte cuenta de que no.

lunes, 23 de noviembre de 2015

HERMOSO FRACASO


No me gusta quitarte ni ponerte nada,
ni una coma, ni tampoco soñarte cuando quiero que follemos
hasta caer inconscientes. Te digo que no te necesito
porque sabes que, ¿dónde coño voy yo sin ti?
Suenan sirenas y todo está bajo control
                                                             si te tengo enfrente.
Suelo maldecir cuando no tengo claro el plan
si llegas sin ropa negociando una tregua infinita
que haga parar los bombardeos esta noche.
Te he mentido, he llorado por ti, pensé en otras
cuando estabas de espalda, te odié con una sonrisa,
no sé el precio de las flores, me arrepentí de no gritarlo
y te dije que “sí” cuando en realidad, ya no dolía.

Pero siempre hay otras formas de contarlo:

no supe dar el portazo adecuado,
tú lo llamas incendio, yo para qué explicarlo
si los dos sabemos que esto es 
el hermoso fracaso que lleva tu nombre.

lunes, 16 de noviembre de 2015

NÚMERO DEL PARKING


Borré tus fotos una detrás de otra,
sin importar cuándo ni dónde.
Fueron cayendo como gotas de café o de semen
                                      sobre el papel.
Acuérdate de tu nombre y del número
del parking, puede que lo necesitemos.

Me gusta cómo sabe tu perfume
pero tu lencería me ayuda más. Mucho más.
Es opaco el domingo aunque tus labios
se abran sin importarles cruzar los límites.
Tus dientes me obligan a resucitar,
escupiéndome motivos demasiado convincentes.

Es más interesante matar a Dios
que asesinar en su nombre.

Mientras bailamos,
los ojos te cambian de color.
Ya te lo dije: “Tokio ya no nos quiere”
nos olvida demasiado pronto.
¿Qué más podemos decirnos
después de leernos a Clementine Von Radics?

Estoy dudando entre volcanes
y las uñas despintadas de tus pies.

Nunca supe hacerlo bien.
Nunca pretendí conseguirlo.
Quererte supone odiarme
hasta donde no te imaginas.
Pero no sé hacer otra maldita cosa.

lunes, 9 de noviembre de 2015

¿TE QUEDASTE AQUÍ TODA LA NOCHE?


Un cable cuelga a tres metros de mi ventana, en el vacío, y creo que hay demasiado hidrógeno a mi alrededor. Un ejemplo de desierto son las horas en las que sigues despeinada y no consigo viajar a través del tiempo o de tu tanga. Los ladrillos desgastados intuyen la tormenta cuando sube el ascensor. ¿Te quedaste aquí toda la noche? Fantasmas y electrodomésticos iban de puntillas en mis pesadillas antes de pensar en ti. He perdido el cargador del móvil y ahora no sé cómo buscarte. Pero estoy seguro de que el tiempo mejorará y podré ver tu cicatriz perfecta. La perfección puede ser un vaso de agua vacío o la penúltima sonrisa en la ruleta rusa. Quiero llevarte a algún lugar donde el hielo nos haga compañía sin hacer preguntas estúpidas. Quiero que se fundan las luces y oírte gemir en todas las habitaciones. Quiero que me estallen los tímpanos y que al verte, me sangre la nariz. En la próxima página te digo lo que no quieres saber. Creo que lo mejor es no hacer más preguntas. Tú tienes razón. Y yo unas botas rotas que sueñan con tus pies. ¿Lo ves? Todo es mucho más fácil de lo que piensas. Sólo hay que pedirlo, o como hiciste tú: llevarme sin preguntar.

sábado, 3 de octubre de 2015

TU FORMA DE HABLAR



Afónicos nos explicamos mejor.
Así que cuando me escribes “tengo que decirte algo”
una erección luminosa se acumula
en cualquier parte de mi cerebro.
La televisión sin sonido, tu tanga rojo
deslumbrando la avenida, mi nombre
en las paredes del vecino, tus gemidos
blancos como mi manera de mirarte,
la costumbre de no arroparte cuando duermo
                                                junto a ti.

Un día contigo es algo lento y extraordinario.
Un día a solas no lo llevo mal, pero joder,
se nota demasiado cuando estás detrás de mí
mientras preparo la cena. Revuelto de champiñones,
o de cometas de plástico, o de restos de agua
al oler tu pelo mojado. Se nota demasiado
cuando no estás detrás de mí. O delante.
Y tu culo como una brújula perfecta
indicándome el camino, y mis dedos gritándole
en braille, o qué cojones, apretándolo
como si fueras a irte y yo no tuviera nada más
a lo que agarrarme en esta vida de mierda.

“Tenemos que hablar, y tú
con ropa todavía”.

Tu forma de hablar siempre es follarme.

viernes, 25 de septiembre de 2015

EN DIEZ MINUTOS

“En diez minutos podemos destruirnos y crearnos de un grito, y nos sobra tiempo” decías. En diez minutos he querido matarme por ti, morirme en tu muslo izquierdo, follarme a la primera que pase, echarte de la cama y decirte que ojalá me mientas otra vez. “En diez minutos estoy segura de que puedes superarte y ser aún más gilipollas”. En diez minutos te aseguro que no me arrepiento de lo que te duele. Te despertaste y casi rompes mi taza de no sé bien dónde. Te sigues desorientando por el piso. Mi maldita cama huele a ti. El tinte de tu pelo escupe en mis pesadillas. Desordenas mis libros antes de irte y escribes lo primero que se te pasa por la cabeza en cualquier parte. Y así tengo la habitación: con marcas, huellas y mensajes indescifrables que supongo que quieren decir algo bonito y raro. Raro como cuando después de corrernos no sé si seguir haciendo apnea o decirte que en mi jodida vida he conocido a nadie como tú. Tan rara, tan haciendo que no sea capaz de mandarte al carajo, tan extrañamente no mandándome tú. Y aquí estamos, desnudos y bebidos, contando las antenas que se ven desde mi ventana y pensando en todas las cosas que podrían jodernos en diez minutos, y que no nos joderán. Porque en diez minutos todavía tenemos tiempo de odiarnos un poco más.   

martes, 11 de agosto de 2015

CHAMPAGNE


Eres brutal. Tus dientes hundidos en mi esternón mientras me convences de que la poesía no sirve para nada; que es tu piel una droga cortada a mi medida y que la Generación Beat es el champagne que se evapora en tus pupilas dilatadas. Dilatadas como mi corazón apuntando entre tus muslos, como la forma de decirte que te necesito cuando te escribo “hace cuatro días que no pienso en ti”. También eres insoportable como Sevilla en agosto. Tus manías vencen a las mías de la forma más fácil: esto es lo que hay. Alternas el lado de la cama porque no tienes claro si me abrigaras en invierno cuando huela a un perfume que no es el tuyo. Tú siempre hueles a ti y eso es una ventaja porque nadie se camufla mejor. Podríamos querernos sin ninguna dificultad. Podríamos odiarnos aún más y follarnos todavía mejor. Podríamos ir uno al piso del otro sin avisar y no sorprendernos de lo que fuéramos a encontrarnos o no. Podríamos ser y hacer tantas cosas que da pereza explicarlo. Eres brutal y también insoportable. Por eso, no sabemos hacer nada mejor que jodernos la vida de la peor manera, de la más bestial, sin compasión, sin piedad. Porque, ¿qué mierda sería esta vida sin jodernos?: un telediario mal explicado, la luz que se rompe antes de tiempo, un orgasmo sin tu forma de estremecerte. Lo que no tiene que ver contigo supongo que sirve para algo pero has conseguido que no recuerde para qué.

domingo, 19 de julio de 2015

CAOS ESTÚPIDO


El piano y tú contra la pared en un momento azul
                              del que nadie se acordará,
mientras las notas y las gotas caen al suelo
con tu nombre y mi carne como un caos estúpido.
Detenerse lamiendo cada partícula de oxígeno
que quiera escapar o estallar delante de nosotros
y envidiarla. Envidiarla con todas nuestras fuerzas.
La cerveza y los tragos de bourbon
hacen que levites como si rozaras la saliva de un dios,
y esa maldita melodía comercial
que no se va de mi cabeza, aunque por suerte,
tu mano sigue en mi entrepierna.

El piano y tú contra la pared en un momento azul
                             del que sólo querremos huir,
mientras otros y otras intentan que seamos felices.
La felicidad es para quienes no saben cómo vivir.
Y qué cojones importa si sólo sabemos girar
y corrernos apretando los dientes.
Y qué cojones importa si el pintalabios
no soporta las acometidas. Sonríe después de temblar.
Sonríe y no te vayas lejos si no dejo de correr.
Tus pezones nunca mienten. Y mi pantalón tampoco.

lunes, 6 de julio de 2015

VAROUFAKIS Y TÚ. UNA MEZCLA EXTRAÑA




Cambiaría el dedo pequeño del pie de Varoufakis por el 99% de los políticos de este país. Y saldríamos ganando. El problema de Europa es que quisieron llamarse FMI o Alemania pero no sonaba convincente. La personas pueden llegar a ser jodidamente imbéciles pero no tanto. Aunque es complicado encontrar más estúpidos que en España, y no lo digo yo, lo dice Rajoy. Un país que lo representa un tipo como éste no tiene excusa. No debería de tener los santos cojones de reprocharle ni media palabra a alguien que se caga en la cara de la troika por no romper aún más a su país. ¿No se trata de ser patriota o de qué coño estamos hablando? Mientras unos hablan de ser parte de Europa como si fuera algo interesante o efectivo, otros prefieren pertenecer a algo con sentido, por ejemplo a una comunidad de vecinos que no les joda a ellos, a sus hijos, a sus nietos, etc. Pero yo había venido a hablar de ti. Y a cagarme en tu puta madre, que hace tiempo que no lo hago. Y a decirte también que te echo de menos. Pero esto último tampoco es tan importante. 

jueves, 14 de mayo de 2015

CUANDO ESTÉN SECAS LAS PILAS DE TODOS LOS TIMBRES


Recuerdo el mensaje que me mandaste cuando teníamos 16 años: “La forma de querer tú es dejarme que te quiera” (Pedro Salinas). Nos explicábamos a través de Pedro Salinas y eso tiene sus consecuencias. Recuerdo, incluso, lo que estaba bebiendo, Ballantines. Ahí empezó todo. Ahí se deshizo todo también. Llevaba por cierto, una camisa celeste enorme. Toda la ropa a esa edad es para quemarla. Es complicado explicar cómo te echaba de menos. Lo que echamos de menos cuando no nos hemos ensuciado, sabe a besos de heroína: imposible de detenerlo. Sin embargo ahora, apenas me acuerdo de ti. Quiero decir que siempre queda un tanga por el suelo en mi memoria o recorrer de madrugada zonas de Sevilla que ni sabíamos que existían, en busca de una farmacia de guardia. Lo típico, supongo. Pero a parte de eso, parece que no hubieras provocado terremotos en mis tripas. Y quién lo diría. Quién lo diría porque creo que nunca he odiado mejor ni he querido peor. A esa edad se acierta más de lo que se cree y se folla menos de lo que se dice. En las noches más jodidamente tristes de aquel verano alternaba Chavela Vargas con tangos de Gardel y de Discépolo. Los indies “cortavenas” no resistirían ni el primer estribillo de esto. Perdí todos los malditos CDs y me niego a escucharlos en Spotify. No es que vaya de hipster ni mierdas de esas, es que simplemente no me sale de los huevos. Otra opción es que ni siquiera estén. Te gustaba especialmente uno de Gardel: “El piano está mudo…que muy a menudo de todo te olvidas”. Te gustaba porque sabías que era verdad. Y por eso me gustaba y me jodía a partes desiguales. Obviamente, ganaba lo segundo. Así que hoy, por estupideces del destino o porque simplemente al salir del trabajo tuve nostalgia de algo y no supe muy bien de qué, me acordé de ti y de tu tanga negro. Sigue mordiendo mi estómago nuestra frase para reconciliarnos: “Cuando estén secas las pilas de todos los timbres que vos apretás (Discépolo)”, llama de un puta vez al mío, cabrón/a.

domingo, 26 de abril de 2015

CON LA FIEBRE NO SE NEGOCIA


Con la fiebre no se negocia. Mi cerebro ha estado ardiendo
una semana y en alguna ocasión, pensando en ti. Eso tampoco
ayuda. Cada pinchazo parece que encaja en mi piel y parece que no,
pero va doliendo más. Como si quisiera tragarme el iceberg más afilado
del jardín y convencido creyera que puedo hacerlo.
He tenido sueños raros en los que sonreías.
Han sobrado las sábanas y el cristal, y he necesitado un volcán
a mi lado para sostener los malditos escalofríos.
En la temperatura más alta del día siempre pensaba lo mismo:
es maravilloso que puedas destrozarme la vida.

Con la fiebre no se negocia. Lo he aprendido rápido y casi dejándome
el hipotálamo en el camino. O en la cama.
Todo va tan lento que parece que retrocede.
El miércoles juraría que era domingo, que ya lo había vivido
por error o por un desajuste metafísico de cambio de signo.
Cambiaría algunas cosas de sitio pero los perfumes no se tocan.
Con la luz encendida soy incapaz de reconocer tu lugar favorito.
Las noticias y las previsiones del tiempo se me van olvidando
en una amnesia placentera que dura lo justo.
Si tuviera que decirte algo importante, jamás te lo diría en un poema.

Es maravilloso que puedas destrozarme la vida.
Y decidas no hacerlo.

miércoles, 25 de marzo de 2015

LA TORRE EIFFEL SIEMPRE PIERDE CONTRA TI


El norte a veces se pone difícil, es lo último recuerdo de lo que dijiste. Pero no difícil como tú o como yo; difícil de verdad, aclaraste. Y te quiero de la misma forma que se puede querer a un carnet falso cuando no importa quién soy mientras tenga claro quién eres tú. Lo primero que haré cuando llegue a París será follarte. La torre Eiffel siempre pierde contra ti. Montmartre sabe como tu pelo en los días de lluvia. Hasta aquí todo perfecto. Pero entonces, yo me vengué de la mejor manera y tú de la forma que duele más. No hace falta decir quién ganó. Al fondo del bar hay una chica con mi camiseta favorita de Johnny Cash. Le digo la mayor estupidez del mundo pero luego le digo que me gusta Johnny Cash. Bebe ron solo. Yo admiro la situación. “Todo lo que os ocurre a los hombres es por una mujer. Y lo que no lo es, no tiene importancia” me dice en italiano. Por alguna extraña razón la entiendo a la perfección. Nunca me enamoré tan jodidamente rápido de alguien después de decir algo. Prefiero no preguntarle de qué ciudad de Italia es, por lo que pueda pasar. Tengo que romper la calefacción antes de que huela como tú. Tengo que dejar de saltarme los malditos semáforos como si todavía me esperaras. Lo único que sobra de ti, soy yo. Lo único que sobra de mí son estas putas ganas de odiarte y no conseguirlo. El norte a veces se pone difícil, y es cuando no sé si estamos hablando de brújulas o si simplemente me estás indicando el camino para salir de todo esto. En cualquier caso, siempre detesté las brújulas. Ya sabes por qué elijo los peores lugares. Ya sabes por qué mierda acabo una y otra vez en ti.

sábado, 7 de marzo de 2015

QUE NOS MANCHE LA TORMENTA


No voy a reconocerlo, aunque me gustaría.
Decir en voz baja mientras intento arreglar el microondas
que no tuve ni puta idea de lo que era el frío
hasta que estuve en Cracovia y a menos diez grados,
                                                     pensé en ti.
O decir que con tus piernas abiertas sobre la mesa
soy capaz de ver el telediario hasta final.
No sé si llegaría contigo hasta el final de mi vida
pero me basta con que llegues al final de este orgasmo,
con ver cómo rompes el mundo cuando cierras los ojos
y aprietas tus manos en mi mandíbula
porque sinceramente el alma me importa una mierda.

La resaca del peor whisky no es excusa,
no quiero dormir hasta que lo acabe.

Alguna vez lo pensé pero nunca llegué a odiarlo.
Es más interesante si nos paramos en medio de las sábanas
y dejamos que nos manche la tormenta.
El sexo sucio, como tus palabras en mis oídos,
a punto de gritarte lo que quieres o lo que no esperas.

Siempre esperábamos cosas que ocurrirían
en el peor momento y disfrutábamos con eso.
No conocen el placer salvaje de admitir
que mataría por una gota de tu sudor.
Tampoco conocen que tu peor frase es “yo también”.

Para qué coño necesito los bailes y el futuro
si puedo emborracharme contigo.

Te escribo este poema
simplemente porque no puedo follarte.

domingo, 22 de febrero de 2015

LO PEOR DE TODO

Lo peor de todo es que consigues que el tiempo no pese, sin que ocurra nada. Da igual ver “Sálvame” o leer el “Marqués de Sade”. Deberían de crucificarme por esto. Tu saliva es jodidamente convincente incluso cuando no me toca. Nunca me has visto con gafas ni bañándonos en el peor tequila del único chino que quedaba abierto. No estuvo mal, todo hay que decirlo. Tú y yo, me refiero. Pudo haber sido mejor y también pudo habernos jodido la vida y ser para casi siempre. Lisboa, Florencia, Estocolmo, Madrid, hay ciudades que escapan de tu forma de romperlo cuando no hay nada que perder. Lo peor de todo es que te creo cuando no lo dices. Tengas las uñas pintadas o no. Amagando con echarte el pelo hacia otro lado. Ya sabes lo que se me viene a la cabeza cuando haces eso. Ya sabes también que el vecino de enfrente es lo de menos. De vuelta en la grúa, el conductor me habla y sólo pienso en tu maldito nombre al revés. No suena mal. Atiendo durante tres segundos a la conversación y me dice que parece que es de la batería pero que no está seguro. Yo tampoco. Me pregunta a qué dirección vamos. Imagina por un momento que me presento en tu portal con este señor, con la moto cargada en la grúa y con unas ganas de tirarte al suelo que da vergüenza admitirlo. Imagina que no hay una puta diferencia entre tú y las demás. Que viajar con ellas es lo mismo que viajar contigo. Imagínalo y verás cómo lloro de felicidad. Nunca me has visto intentando no recordarte ni negociando qué número de tu móvil borro primero. Lo peor de todo es que te creo que cuando lo dices. Cualquier cosa. A cualquier hora. Lleves ropa o no.

domingo, 25 de enero de 2015

O DE ALGUIEN CON TU MISMO COLOR DE PELO


¿Cómo coño puede tardar tanto este semáforo? ¿Volveremos a quedar después de corrernos? Si tuviera que decirte algo por última vez, te diría que es un alivio que no se repita. Tu voz me tranquiliza y me recuerda que algunas luces siguen apagadas. Me gustaría verte, en realidad. Pero no sé cómo decírtelo. La forma más sencilla suele ser la mejor, salvo cuando no lo es. No estoy del todo convencido de que si nos hubiera escenificado Ingmar Bergman, hubiese sido distinto. Te escribí algo en el muslo izquierdo que aún no leíste. Tus uñas y mi espalda forman una simbiosis que en el peor de los casos, dura tres días. Recapacitar sobre calles mojadas no es una buena idea ni efectivo. Pero los malditos cajeros siempre se joden a estas horas en las que ni tú sabes por qué preguntaste ni yo sé de qué estábamos hablando, para qué mentir. Odio soñar contigo. Odio soñar con otra. Odio soñar con cualquier cosa. Y aún  más, si no recuerdo qué cojones he soñado. Hay una goma del pelo encima del periódico. Supongo que debe de ser tuya o de alguien con tu mismo color de pelo. Espero que sea tuya. Somos una “enfermedad rara” en la que ninguno de los dos tiene especialmente prisa por encontrar una solución. Para que llueva mañana, prefiero que nieve hoy. Para contarte de nuevo lo mismo, prefiero que me folles diferente. Si alguna vez te quiero, dame dos hostias. Te lo agradeceré. Me lo agradecerás. Si tuviera que decirte algo por última vez, te diría que es un alivio que no se repita. Te diría que mil veces son pocas para repetirlo.