Nadie sabe de qué hablo cuando hablo de
ti. El barro congelado de tus tacones. Caminar sobre tus huellas. Mi torpeza
para desvestirme mientras te muerdes el labio. La vida que se queda corta. Porque
echarte de menos es la forma fácil de decírtelo. Y lo sencillo siempre se puede
hacer mejor. Nadie sabe de qué hablo cuando hablo de ti. El apartamento a
oscuras. Tu perfume goteando en el cristal. Tus piernas como cadenas en mis
costillas. Hablarte en sueños sobre cometas y edificios abandonados. Porque el
telediario suena de fondo mientras tus pies descalzos analizan todo lo que
odiamos alguna vez. Noticias sobre Siria, Trump, Putin, la Gürtel, Dybala, Isco
y este calor infernal en abril. Y es que nadie sabe de qué hablo cuando hablo
de ti. Llevo varios días pensando cómo terminar este texto. Siempre me decías
que la mejor manera de acabar las cosas era: de repente, sin avisar, de un golpe
seco. Para que duela menos. Los cojones.
martes, 18 de abril de 2017
sábado, 1 de abril de 2017
EL UNIVERSO TAMBIÉN SE DESORIENTA
Lo único que
puedo decir
es que a veces,
sigo despertándome
con el universo desorientado,
deshaciéndose
entre mis dientes
por tu maldita
costumbre de incendiar
mis sueños raros.
Intento tocar lo
menos posible
el futuro que no
tendremos y encajar el golpe.
El domingo va
avanzando
y empieza el
problema: tu cuerpo flotando
en el salón como
un tanque de guerra
que busca un
abrazo.
Lo único que
puedo decir
es que el margen
de mis resacas
coincide con el
último paraíso de tu espalda,
arrasando como
un caimán sin memoria
todo lo que
nunca dijiste.
Y tú estarás
bien. Siempre estuviste bien.
Con el tiempo
justo para no quedarte demasiado.
Con el tiempo exacto
para no irte completamente.
Y tú seguirás
estando bien.
Lo único que
puedo decir
es que olvidarte
no está mal,
para qué mentir.
Pero que te
acuerdes de mí
en cada tormenta
es lo que más se parece
a un orgasmo en
diferido.
Aunque estés con ese capullo.
Aunque por supuesto, sigas estando bien.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)