miércoles, 25 de marzo de 2015

LA TORRE EIFFEL SIEMPRE PIERDE CONTRA TI


El norte a veces se pone difícil, es lo último recuerdo de lo que dijiste. Pero no difícil como tú o como yo; difícil de verdad, aclaraste. Y te quiero de la misma forma que se puede querer a un carnet falso cuando no importa quién soy mientras tenga claro quién eres tú. Lo primero que haré cuando llegue a París será follarte. La torre Eiffel siempre pierde contra ti. Montmartre sabe como tu pelo en los días de lluvia. Hasta aquí todo perfecto. Pero entonces, yo me vengué de la mejor manera y tú de la forma que duele más. No hace falta decir quién ganó. Al fondo del bar hay una chica con mi camiseta favorita de Johnny Cash. Le digo la mayor estupidez del mundo pero luego le digo que me gusta Johnny Cash. Bebe ron solo. Yo admiro la situación. “Todo lo que os ocurre a los hombres es por una mujer. Y lo que no lo es, no tiene importancia” me dice en italiano. Por alguna extraña razón la entiendo a la perfección. Nunca me enamoré tan jodidamente rápido de alguien después de decir algo. Prefiero no preguntarle de qué ciudad de Italia es, por lo que pueda pasar. Tengo que romper la calefacción antes de que huela como tú. Tengo que dejar de saltarme los malditos semáforos como si todavía me esperaras. Lo único que sobra de ti, soy yo. Lo único que sobra de mí son estas putas ganas de odiarte y no conseguirlo. El norte a veces se pone difícil, y es cuando no sé si estamos hablando de brújulas o si simplemente me estás indicando el camino para salir de todo esto. En cualquier caso, siempre detesté las brújulas. Ya sabes por qué elijo los peores lugares. Ya sabes por qué mierda acabo una y otra vez en ti.

sábado, 7 de marzo de 2015

QUE NOS MANCHE LA TORMENTA


No voy a reconocerlo, aunque me gustaría.
Decir en voz baja mientras intento arreglar el microondas
que no tuve ni puta idea de lo que era el frío
hasta que estuve en Cracovia y a menos diez grados,
                                                     pensé en ti.
O decir que con tus piernas abiertas sobre la mesa
soy capaz de ver el telediario hasta final.
No sé si llegaría contigo hasta el final de mi vida
pero me basta con que llegues al final de este orgasmo,
con ver cómo rompes el mundo cuando cierras los ojos
y aprietas tus manos en mi mandíbula
porque sinceramente el alma me importa una mierda.

La resaca del peor whisky no es excusa,
no quiero dormir hasta que lo acabe.

Alguna vez lo pensé pero nunca llegué a odiarlo.
Es más interesante si nos paramos en medio de las sábanas
y dejamos que nos manche la tormenta.
El sexo sucio, como tus palabras en mis oídos,
a punto de gritarte lo que quieres o lo que no esperas.

Siempre esperábamos cosas que ocurrirían
en el peor momento y disfrutábamos con eso.
No conocen el placer salvaje de admitir
que mataría por una gota de tu sudor.
Tampoco conocen que tu peor frase es “yo también”.

Para qué coño necesito los bailes y el futuro
si puedo emborracharme contigo.

Te escribo este poema
simplemente porque no puedo follarte.