sábado, 28 de abril de 2012

MEMORIA DE MIS PUTAS TRISTES. Y DE TI TAMBIÉN

No se me ocurre nada qué decir. Releí “Memoria de mis putas tristes” (García Márquez) y es incluso mejor que la primera vez. Casi todo es mejor que la primera vez. Menos cuando hay alcohol de por medio. Entonces, o es jodidamente bueno, o es jodidamente malo. De momento, prefiero leer sobrio. De momento, lo dejaré pasar. Y a ti también. Las cosas que no llenan, al final, no sé cómo, terminan llenando. No sé el qué exactamente pero lo terminan llenando. Por eso la mejor forma de llenar algo vacío, es vaciándolo aún más. Siempre queda algo. Y como un feedback inesperado pero oportuno, de vuelta a casa recordé una canción que escuché hará ocho o nueve años:“Tal vez porque esta noche no vaya a ser lo que se dice/una noche inolvidable...no por ti,/la culpa es mía por fingir que todo me da risa/y que la culpa es de la prisa o es del frío, pero vamos.../que yo sé que es culpa mía” (A. Sanz). Como casi siempre, salió mal. Como casi siempre, es una de mis formas favoritas de perder el tiempo. La soledad está de puta madre. Sobre todo cuando sé que estás ahí. Al otro lado de la cama. A éste. Al que quieras.

miércoles, 18 de abril de 2012

TU PELO PROBANDO LA NIEVE QUE PROVOCO

El césped está un poco húmedo. El cielo es otro hijo de puta más. Me gustan tus gafas de los ochenta. Quedan mucho mejor ahora. Me gusta cuando te echas el pelo por detrás de la oreja y miras hacia abajo. Me gusta porque se avecina algo impredecible. Al contrario de las locuras del resto, las tuyas lejos de hacer que empiece a correr, hacen que me ponga cómodo entre el frío y la lluvia. Me gusta cuando destrozas a Fitzgerald y a Freud. Me gusta cómo salvas a Leonard Cohen y a Marlango. Pero tarde o temprano, tendría que llegar este momento, y como sin apenas decirlo, lo dices. Y hasta eso lo haces con una sutileza extrema. Difícil de odiarlo. “No eres muy accesible. Parece que estás ahí sin moverte pero es justo lo contrario. El caso es que lo explicas. El caso es que no estaría mal calentarte el corazón con saliva. No estaría mal que te volvieras como el metro: algo más accesible”. El caso es que accedes. El caso es cómo des-accedes y cómo notarlo. La Antilla en estas fechas la convertimos en una azotea con vistas a tu espalda mojada. A tu pelo probando la nieve que provoco. Porque en definitiva, estoy hasta los cojones del alma. Tú muérdeme bien. Si quieres joderme, podemos negociarlo. Si quieres quedarte, firmamos un cheque en blanco, sin pactos posibles. Por eso, tanto para mandarte al carajo como para echarte de menos, vas a tener que hacerlo mejor. Mucho mejor que esta mierda.

domingo, 8 de abril de 2012

HAY QUE MOJARSE, LLUEVA O NO

PARTE 1

Salí de casa a las 14:10. El autobús salía de la estación del Prado a las 15:00. Incluso hacía sol. Incluso Iván Ferreiro desconcierta sin prestarle atención. Pero justo cuando iba por el hotel Alfonso XIII, empezó a diluviar, primero lentamente, después a diluviar en el peor sentido de la palabra. La maleta y la mochila, y sobre todo las zapatillas se mojaron demasiado. Esperé en un soportal diez minutos. No está tan mal detenerte a ver llover. Aunque teniendo en cuenta que el autobús salía en veinte minutos, el encanto fue disminuyendo. Después de las reformas, el hotel sigue exactamente igual. Llegué empapado a la estación. Pero hay cosas peores, ya lo sabes. Guardé la maleta y le pregunté al conductor si este autobús iba a Estepa. No contestó. “¿Cómo?” dije en voz alta. Y esta vez dijo que sí. Estupendo, respondí. Mi intención era ponerme los cascos y dormir durante todo el camino. Apoyando la cabeza en el cristal. Pero justo en los asientos de atrás un hombre y una mujer hablaban de los componentes de la RAE, de quién debería de entrar y de quién debería de salir. Más tarde pasaron a hablar de Roberto Bolaños, Juan Ramón Jiménez, Camino José Cela, entre otros. Escuchar esos nombres en un autobús es, cómo decirlo, surrealista y jodidamente bello, a partes iguales. Así, echándole el valor del que carezco, y con el condicionante de mi timidez superlativa, decidí hablarles. Y así fue cómo conocí a la poetisa María Antonia Ortega, autora de nueve libros de poesía, y al traductor y también poeta José Luis Reina Palazón, que ha traducido entre otros a poetas como Boris Pasternak, Rimbaud, Paul Celan, Mallarmé, Cocteau, Rilke, Goethe y Becket. Y poseedor de varios premios literarios a nivel nacional. Sin saber quiénes eran, la conversación fue algo normal y extraordinario. Como todas las cosas geniales, fue algo casual. O causal, como dijo María Antonia. Se bajaron en la Puebla de Cazalla, y yo estuve a punto de vomitar varias veces porque tenía que estar mirando hacia atrás, y eso es lo peor que puedo hacer en un vehículo. Merecieron la pena las náuseas. Fue una sorpresa gratificante. El resto del trayecto estuve luchando por no vomitar y echar el bocadillo que me había comido media hora antes. Por suerte, por fin llegué a Estepa. Me recogió mi primo porque no había autobuses directos para Marinaleda. En ese mismo autobús iban un chico y una chica italiana, que venían a la semana alternativa del pueblo. Así que los montamos en el coche y los acercamos. Con Juan Manuel Sánchez Gordillo coincido más en el fondo que en las formas. Y asemejando el verso de Ángel González “Yo sé que existo porque tú me imaginas”, he llegado a la conclusión de que la utopía existe sólo porque ciertas personas la imaginan. Esa es la forma de realidad más contundente, sin duda. Y espero que no se detengan.


PARTE 2

La última vez que estuve aquí los sms tenían tu talla de sujetador. Y la cama, por supuesto, no estaba ni tan fría ni tan insoportable. Me agarro al aire que queda del verano. Me agarro hundiendo los dedos hasta que noto los huesos del colchón, y los aflojo. No eres tú. No fuiste tú. Yo hice un esfuerzo para no volcar la botella. Intenté no romperla. Y no la rompí. Son cosas que pasan. Rara vez no lo rompo yo. Rara vez tengo las manos calientes. Y los pubs son más acogedores que las discotecas.  Primero nos pasamos por el bar de mi primo -mi otro primo-. Después fuimos para Herrera. Los semáforos siguen teniendo una inutilidad total. Uno se pone en verde. El siguiente en rojo. Y así sucesivamente. En calles en las que no hay intersecciones. Y el bourbon hoy no sé qué coño le pasa pero no me sube. Y lo que suben son otras cosas. Todo está bien por ahí. “Yo me pongo palote sólo con que me toque” (Robe Iniesta). Algo así, sí. Estoy en el sofá en el que luchaba contra Juan Y Medio para no dormir la siesta. En el que al otro lado tú intentabas teñir mis ojos con café y la Serotonina que aún te debo. Y que probablemente siempre te deba. O puede que ya estemos en paz, “Tú me diste tanta fiebre, yo te di perro por liebre, y nos quedamos en paz” (Kutxi Romero). Algo así, sí. Siguen haciéndome las mismas preguntas. Sigo contestando diferentes respuestas. Aquí todo va a otro ritmo. Y más de una vez, me he sentido radiante yendo al mismo compás. Y más de una vez, he pensado cómo sería todo, si todo hubiese sido distinto. Pues eso. La última vez que estuve aquí te echaba de menos. Ahora, simplemente, no deja de llover.


PARTE 3

Amanece entre agujas afiladas andando de puntillas por mi cabeza. Los pájaros llevan varias horas retumbando en mi sien. Hay uno que lleva un ritmo constante. El resto, no sigue ningún orden. Como la música house. Sólo que aún así, me quedo con los pájaros. Pero ahora mismo los extinguiría irreversiblemente a todos. He pensado en mandarte un whatsapp. Aunque al abrir la ventana desapareció la idea. He pensado también en Jaz. En el tatuaje de varias rosas que tenía en el brazo izquierdo y sobre todo he pensado en los otros que no pude ver, pero que sí intuí. Y eran magníficos. Hablamos de David Lynch, Woody Allen, Ryan Adams, Los Rolling, Los Beatles y Californication. Teníamos en común en nuestra lista de favoritos, “Olvídate de mí” y el disco “Ok Computer”. A medida que los tequilas y las cervezas fueron haciendo su efecto, mi inglés se volvía más fluido y entendible. O eso parecía. Así que invitamos a Jaz y a su amiga a casa de J para tomarnos la última. Cuando accedieron por fin -la amiga estaba un poco reticente-, J se rajó y dijo que no. La gente rezaba a Dios para que dejase de llover y que pudiera salir La Esperanza de Triana. Yo rezaba a J para que dejase que P, P, él, Jaz, su amiga y yo nos fuéramos a su casa. Era la última noche que iban a estar en Sevilla. Pero J estaba igual de benevolente que Dios en la madrugá. El facebook no podrá mitigar lo que pudiera haber ocurrido. O no. Fue una chica de 25 años, de San Francisco, hablando en inglés, quien consiguió salvarme del jueves santo. Algo está fallando. Volví al domingo. Volví a la habitación que era el sueño de un glaciar. Fuimos a Estepa, a un pub que se llama Sileno. Al parecer era un viejo sátiro, dios menor griego de la embriaguez, conocido por sus excesos con el alcohol y las mujeres, y que tenía el don de adivinar el futuro sólo cuando estaba borracho. Esto sí que era un Dios en condiciones. Después fuimos a la discoteca Dolce. La media de edad era…para qué comentarlo. Encima estaba allí una tipa que sale en Mujeres, Hombres y viceversa, haciéndose fotos como si fuera Brigitte Bardot. Obviamente en cualquier vómito de Bardot había más glamour y elegancia de lo que esta tía tendrá en toda su vida. Anunciaron que el fin de semana próximo, venía un tipo del programa también. Sí, seguro que no me lo pierdo. Así que decidimos ir a Herrera. Aquello ya era otra cosa. Los pubs siguen siendo mucho mejor. En todos los sentidos. Vi después de mucho tiempo a T. Seguimos congeniando igual que hace diez años. También vi a D. Le debo un fin de semana “destroyer”, como él dice. Le propuse a mi primo ir a la sala Palo Palo antes de tirar para casa. Pero preferimos dejarlo ahí. Y fue la mejor opción.
El sello que me pusieron en la discoteca durará mucho más de lo que duró lo nuestro. Es que la tinta es resistente de cojones.
Lo que sé del amor es que lo entiendo, pero no puedo explicarlo. No es mucho. Pero creo que será suficiente.