miércoles, 30 de noviembre de 2011

RASCACIELOS INALCANZABLES

Son los espacios comunes los que nos hacen vulnerables al volverse únicos. Cambias de canal y sigue estando ahí tu reflejo cortado a mi medida, respirando de no se sabe bien qué, pero respirando. Se escucha la lluvia en las persianas y también se escucha el roce de mi pijama con tus sueños intactos. A veces se rompen. A veces cambian de color y son los mismos, pero diferentes. Un vaso de leche caliente es nuestro termómetro más eficaz. “¿Vamos a la cama?” me preguntas. Andamos solos por el pasillo, el trayecto se parece al desierto de Gobi o a unos guantes helados. Ya me entiendes. El alcohol nos coloca, de eso no hay duda. Nos intuimos accesibles en cualquier rascacielos inalcanzable. Apagas la luz. Enciendo los ojos. Y sé que esto va por mal camino porque cuando a media noche el frío aprieta, en lugar de tirar de la manta, tiro de ti.

sábado, 26 de noviembre de 2011

TE DOY LA RAZÓN. PERO TE EQUIVOCAS

Dices que W. Burroughs te suena pero no lo conoces; a C. Bukowski en cambio sí. Dices que con la camiseta de Los Ramones es bastante fácil ligar en un sitio de estos. Yo no digo nada. Sigues diciendo que la cerveza está caliente y que no es la única cosa que lo está. Ponen una de Los Beatles y dices al instante el nombre de la canción. Dices que hubo un antes y un después, a raíz del 15-M. Y yo no digo nada. Dices también que el fútbol y la religión son el opio de este país. Ya ha terminado la canción. Ahora suena una de Nirvana. Dices que vas a pedirte otra cerveza. Hago un gesto de “yo te espero aquí”. Pienso en la batería que le queda al móvil, en el partido de mañana y en si estará lloviendo. Has vuelto. Y no he pensado en ti. Dices que casi cualquier tío se follaría a casi cualquier tía de aquí. No sé si tengo que decir algo o no. Por eso, no digo nada. Dices que no digo muchas cosas. Te doy la razón. Dices que tengo pinta de ser un cabrón. Y dices también que tienes esa impresión, pero que no me lo tome a mal. Y que aún así, vas a invitarme a casa.
A veces, lo único que tienes que hacer para no mandar a tomar por culo un polvo, es no abrir la boca.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

SMS CADUCADO

No sabía que un Martes hubiera tanta gente en la calle. Ni tampoco que a las 5 de la mañana me acordase de que Berlín también existe en tu pie derecho. El sms que quedó en el borrador ha caducado. Las cervezas y el tequila son un nórdico que acoge las estrellas en mal estado y los charcos que voy pisando, alejándome de ti. He dormido poco. Algunas cosas se vuelven inestables y el equilibrio ya ha pasado lista, pero regresa a su cauce. Llamo a un chino para comer. No quiere decir que vaya a comer con el chino ni tampoco que vaya a comerme al chino. Lo que quiero decir es lo que se entiende. Y recuerdo un párrafo brutal: “Vivían libremente entre los estudiantes, discutían con los hombres sobre temas filosóficos, sociológicos y artísticos; eran como los hombres mismos: sólo que mejor, porque eran mujeres” (El amante de Lady Chatterley, D. H. Lawrence). No puedo estar más de acuerdo. Hace un día perfecto para casi cualquier cosa. Para despedirnos definitivamente. Para descarrilar un tranvía. Para quitarme la piel muerta en algún hostal en las afueras. O incluso para recordarte de verdad, si tuviera cojones para hacerlo.

viernes, 18 de noviembre de 2011

MI PLAN MARSHALL

Quise ser tu labio inferior y el invierno me puso en mi sitio. Quise volver atrás para perder tu número y lo memoricé. Quise ser tú y y me quedé a la mitad de mí. Quise, ya no me acuerdo, desteñirme a oscuras contigo y amanecí con la cara pintada en blanco y negro. No quise ser demasiadas cosas. Quise correrme sin que me tocaras y tuve disfunción eréctil en el ventrículo izquierdo. Quise quedarme dormido y me aprendí la distribución de tu habitación. Quise darte “los buenos días” y no me salieron las palabras. Quise ser tu solución y acabaste siendo mi plan Marshall. Quise ser tu libro abierto y me atasqué en el prólogo. Quise equivocarme y acerté.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

MIL FORMAS DE HACER CRAC

Tokio ya no nos quiere. Abdicas con cuenta gotas en las pesadillas que nos soñaron. Pero también tengo mil formas de hacer crac sin que valga ningún jodido ticket para mi devolución. Y es que Tokio ya no nos quiere. Aunque te llames Agatha, Charlotte, Irene o Megan. Aunque sepas el tipo de calzoncillo que uso y des fe de todos mis defectos. Aunque no vaya a subir contigo a ese tren. Y las noches sean como un tornado sin vitaminas: que pase cuanto antes. Y los ojos que no sé dónde coño ponerlos: en el suelo, en el cristal, en la cerveza de la pareja de al lado o en la cola del bar. Tokio ya no nos quiere. Y he perdido el autobús y también me pasé de frenada en tu vientre y joder, como escuecen las cosas que no hicimos. Y los ojos vuelven a su sitio: a ti. Tengo mil formas de hacer crac pero sólo una de romperme. Úsala con cuidado.

martes, 8 de noviembre de 2011

“TÚ” Y “YO” VALDRÍA

Si yo te hablo de lugares imposibles, tú me dices que todo es negociable. Si tú calculas la gasolina en los abandonos que nos damos cuatro veces por semana, yo te propongo mudarnos a Dubai. Si yo me acerco de puntillas al caos de tu saliva, tú me explicas que pase y que me ponga cómodo porque va para rato. Si yo te olvido no por olvidar, sino por echarte de menos en el peor momento, tú deberías de darme dos ostias, por si acaso. Si tú extiendes el “yo”, “tú”, “a veces sí”, “a veces no” a “ellos”, “tú sabes quién”, “al debate común externo”, nos crecerán los enanos. Si yo recompongo los desfiles a las 4 de la mañana haciendo que tiemble tu mesita de noche, sin previo aviso, tú me enseñas las palabras que nunca rozaron ningún satélite. Si tú me hablas de aviones despegando cuando después del polvo voy al cuarto de baño, yo escribo en color en el espejo que todos los caminos llevan a Roma, pero no cambio tu lengua por el Coliseum. Si tú matas de celos al próximo autobús que esté fuera de línea, yo te explico que el invierno sabe a los latidos que mordemos sin perder el orden de lista. Si te hablo de “nosotros”, no me hagas ni puto caso. Porque en realidad quiero decir cualquier cosa menos "nosotros". “Tú” y “yo” valdría. Pero sólo cuando lo decimos nosotros.

viernes, 4 de noviembre de 2011

POR EJEMPLO, TÚ

Quedarse un viernes por la noche en casa, se parece a una puta sin maquillar: se ven otros encantos en lugares extraños. Como las ojeras pidiendo a gritos más somníferos o los labios queriendo descansar en ninguna boca. Sabes dónde encontrarme. Sé cómo perderte. Y también dónde te pierdes. Hago que aparezcas y desaparezcas en cualquier anuncio de televisión, en el estribillo de una canción o en el postre que me olvidé de tomar. Me gustaría explicártelo de otra forma. Son, por ejemplo, los ascensores que se retrasan y hay que subir por las escaleras, los puentes elevadizos que se elevan y se cierran lentamente, con tiempo de sobra para huir y volver a empezar, y también los retratos que dejamos para mañana. Cómo explicártelo. Es, por ejemplo, el vestido que dejé en la tintorería para recogerlo cuando des la señal, el camino incorrecto que nos hacemos a diario y la salida de emergencia que nunca sabemos dónde carajo está. Quiero explicártelo mejor. Son, por ejemplo, los otoños que renacen en invierno, las coartadas perfectas en nuestros crímenes sin resolver y la claridad de un “ya veremos”. Sigo intentando explicártelo mucho mejor. Es, por ejemplo, que te disparen a ti y sangre yo, las puertas automáticas que se atascan al vernos pasar de largo o la idiotez de mis “porque sí”. Cómo explicártelo. Por ejemplo, tú.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

SÓLO TRES OPCIONES

Impregnado de alcohol y de ti, a las 4 de la mañana cualquier ciudad puede ser Viena o Cracovia si cierras los ojos. O si los taxis no se acuerdan de sintonizar la emisora correcta. Todas son válidas menos Máxima FM. Ya no hay humo en los garitos. No estoy ni a favor ni en contra. Simplemente, digo que no hay humo. Y eso los ojos lo agradecen. Un tipo me habla de poesía y de novelas. Alterna Dylan Tomas y Emily Dickinson con James Joyce y Aldous Huxley. Sabe bastante, pero me está empezando a doler la cabeza ya. Me pregunta qué leo y yo y le digo que en mi vida he leído un libro. Me dice que cómo puede ser eso. Le explico que a menos que tengan dibujos, me aburren. Me grita al oído que no sé lo que me estoy perdiendo. Que me puede recomendar algunos libros para comenzar. Que si tengo dónde apuntarlos. Le digo que sí. Saco el móvil y hago como que escribo los títulos aunque en realidad estoy escribiendo “Este tío es un puto coñazo”. Al terminar, le digo que ya los leeré. Todos y cada uno de ellos. El tipo parece contento y siente que ha hecho algo productivo por la sociedad. Sea como sea, son las 4 de la mañana y a estas horas sólo valen tres opciones: un polvo, dormir o una hamburguesa.
La próxima vez que se me acerque un tipo hablándome de poesía y de novela, le diré que todos los jodidos clásicos se resumen en el hilo finísimo de tu tanga. Que lo que no quepa ahí, está demás. Porque lo que leo al quitártelo, dudo que alguien escriba algo parecido. O más interesante.