sábado, 10 de diciembre de 2011

LAS SÍLABAS DEL ÚLTIMO POLVO. LAS LESIONES DE LAS PRÓXIMAS PALABRAS

Menos mal que no las hicimos. La lluvia es razón suficiente para llamarte y también para parar el ascensor y no saber nada más de ti. Subrayaste la segunda opción. Antes, entre Charlyn "Chan" Marshall y Hermann Hesse, te elegía a ti. Ahora, entre Jay McInervey y tú, elijo a cualquiera que no se parezca a ti. Wilco, Bon Iver, Devendra Brahart, Janis Joplin, John Frusciante o Interpol son las sílabas del último polvo, las lesiones de las próximas palabras. El intervalo que va entre Milan Kundera y Ray Loriga se pronuncia “S. Este”. El corto “Un beso a media noche” escupe en nuestra pared y ya vemos la Osa Mayor. Y si nos fijamos bien, aparecen en la esquina superior los errores que hacen que estemos aquí, mirando al techo, con tus pies quebrando el mundo bajo las sábanas, con tus rodillas llamándome por mi nombre sin abrir la boca. Estoy hablando de ti. Pero también de otra tú. Es un mezcla. Es un lío. Ya sé lo que dice el reloj. Ya sé lo que vas a decirme mañana. Y ya sé lo que no te dije ayer. El alcohol no sirve para olvidarte. Sirve para recordar que las demás también existen. Y está bien, tú ganaste. Pero yo no perdí. Nada. Haz las cuentas.

miércoles, 30 de noviembre de 2011

RASCACIELOS INALCANZABLES

Son los espacios comunes los que nos hacen vulnerables al volverse únicos. Cambias de canal y sigue estando ahí tu reflejo cortado a mi medida, respirando de no se sabe bien qué, pero respirando. Se escucha la lluvia en las persianas y también se escucha el roce de mi pijama con tus sueños intactos. A veces se rompen. A veces cambian de color y son los mismos, pero diferentes. Un vaso de leche caliente es nuestro termómetro más eficaz. “¿Vamos a la cama?” me preguntas. Andamos solos por el pasillo, el trayecto se parece al desierto de Gobi o a unos guantes helados. Ya me entiendes. El alcohol nos coloca, de eso no hay duda. Nos intuimos accesibles en cualquier rascacielos inalcanzable. Apagas la luz. Enciendo los ojos. Y sé que esto va por mal camino porque cuando a media noche el frío aprieta, en lugar de tirar de la manta, tiro de ti.

sábado, 26 de noviembre de 2011

TE DOY LA RAZÓN. PERO TE EQUIVOCAS

Dices que W. Burroughs te suena pero no lo conoces; a C. Bukowski en cambio sí. Dices que con la camiseta de Los Ramones es bastante fácil ligar en un sitio de estos. Yo no digo nada. Sigues diciendo que la cerveza está caliente y que no es la única cosa que lo está. Ponen una de Los Beatles y dices al instante el nombre de la canción. Dices que hubo un antes y un después, a raíz del 15-M. Y yo no digo nada. Dices también que el fútbol y la religión son el opio de este país. Ya ha terminado la canción. Ahora suena una de Nirvana. Dices que vas a pedirte otra cerveza. Hago un gesto de “yo te espero aquí”. Pienso en la batería que le queda al móvil, en el partido de mañana y en si estará lloviendo. Has vuelto. Y no he pensado en ti. Dices que casi cualquier tío se follaría a casi cualquier tía de aquí. No sé si tengo que decir algo o no. Por eso, no digo nada. Dices que no digo muchas cosas. Te doy la razón. Dices que tengo pinta de ser un cabrón. Y dices también que tienes esa impresión, pero que no me lo tome a mal. Y que aún así, vas a invitarme a casa.
A veces, lo único que tienes que hacer para no mandar a tomar por culo un polvo, es no abrir la boca.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

SMS CADUCADO

No sabía que un Martes hubiera tanta gente en la calle. Ni tampoco que a las 5 de la mañana me acordase de que Berlín también existe en tu pie derecho. El sms que quedó en el borrador ha caducado. Las cervezas y el tequila son un nórdico que acoge las estrellas en mal estado y los charcos que voy pisando, alejándome de ti. He dormido poco. Algunas cosas se vuelven inestables y el equilibrio ya ha pasado lista, pero regresa a su cauce. Llamo a un chino para comer. No quiere decir que vaya a comer con el chino ni tampoco que vaya a comerme al chino. Lo que quiero decir es lo que se entiende. Y recuerdo un párrafo brutal: “Vivían libremente entre los estudiantes, discutían con los hombres sobre temas filosóficos, sociológicos y artísticos; eran como los hombres mismos: sólo que mejor, porque eran mujeres” (El amante de Lady Chatterley, D. H. Lawrence). No puedo estar más de acuerdo. Hace un día perfecto para casi cualquier cosa. Para despedirnos definitivamente. Para descarrilar un tranvía. Para quitarme la piel muerta en algún hostal en las afueras. O incluso para recordarte de verdad, si tuviera cojones para hacerlo.

viernes, 18 de noviembre de 2011

MI PLAN MARSHALL

Quise ser tu labio inferior y el invierno me puso en mi sitio. Quise volver atrás para perder tu número y lo memoricé. Quise ser tú y y me quedé a la mitad de mí. Quise, ya no me acuerdo, desteñirme a oscuras contigo y amanecí con la cara pintada en blanco y negro. No quise ser demasiadas cosas. Quise correrme sin que me tocaras y tuve disfunción eréctil en el ventrículo izquierdo. Quise quedarme dormido y me aprendí la distribución de tu habitación. Quise darte “los buenos días” y no me salieron las palabras. Quise ser tu solución y acabaste siendo mi plan Marshall. Quise ser tu libro abierto y me atasqué en el prólogo. Quise equivocarme y acerté.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

MIL FORMAS DE HACER CRAC

Tokio ya no nos quiere. Abdicas con cuenta gotas en las pesadillas que nos soñaron. Pero también tengo mil formas de hacer crac sin que valga ningún jodido ticket para mi devolución. Y es que Tokio ya no nos quiere. Aunque te llames Agatha, Charlotte, Irene o Megan. Aunque sepas el tipo de calzoncillo que uso y des fe de todos mis defectos. Aunque no vaya a subir contigo a ese tren. Y las noches sean como un tornado sin vitaminas: que pase cuanto antes. Y los ojos que no sé dónde coño ponerlos: en el suelo, en el cristal, en la cerveza de la pareja de al lado o en la cola del bar. Tokio ya no nos quiere. Y he perdido el autobús y también me pasé de frenada en tu vientre y joder, como escuecen las cosas que no hicimos. Y los ojos vuelven a su sitio: a ti. Tengo mil formas de hacer crac pero sólo una de romperme. Úsala con cuidado.

martes, 8 de noviembre de 2011

“TÚ” Y “YO” VALDRÍA

Si yo te hablo de lugares imposibles, tú me dices que todo es negociable. Si tú calculas la gasolina en los abandonos que nos damos cuatro veces por semana, yo te propongo mudarnos a Dubai. Si yo me acerco de puntillas al caos de tu saliva, tú me explicas que pase y que me ponga cómodo porque va para rato. Si yo te olvido no por olvidar, sino por echarte de menos en el peor momento, tú deberías de darme dos ostias, por si acaso. Si tú extiendes el “yo”, “tú”, “a veces sí”, “a veces no” a “ellos”, “tú sabes quién”, “al debate común externo”, nos crecerán los enanos. Si yo recompongo los desfiles a las 4 de la mañana haciendo que tiemble tu mesita de noche, sin previo aviso, tú me enseñas las palabras que nunca rozaron ningún satélite. Si tú me hablas de aviones despegando cuando después del polvo voy al cuarto de baño, yo escribo en color en el espejo que todos los caminos llevan a Roma, pero no cambio tu lengua por el Coliseum. Si tú matas de celos al próximo autobús que esté fuera de línea, yo te explico que el invierno sabe a los latidos que mordemos sin perder el orden de lista. Si te hablo de “nosotros”, no me hagas ni puto caso. Porque en realidad quiero decir cualquier cosa menos "nosotros". “Tú” y “yo” valdría. Pero sólo cuando lo decimos nosotros.

viernes, 4 de noviembre de 2011

POR EJEMPLO, TÚ

Quedarse un viernes por la noche en casa, se parece a una puta sin maquillar: se ven otros encantos en lugares extraños. Como las ojeras pidiendo a gritos más somníferos o los labios queriendo descansar en ninguna boca. Sabes dónde encontrarme. Sé cómo perderte. Y también dónde te pierdes. Hago que aparezcas y desaparezcas en cualquier anuncio de televisión, en el estribillo de una canción o en el postre que me olvidé de tomar. Me gustaría explicártelo de otra forma. Son, por ejemplo, los ascensores que se retrasan y hay que subir por las escaleras, los puentes elevadizos que se elevan y se cierran lentamente, con tiempo de sobra para huir y volver a empezar, y también los retratos que dejamos para mañana. Cómo explicártelo. Es, por ejemplo, el vestido que dejé en la tintorería para recogerlo cuando des la señal, el camino incorrecto que nos hacemos a diario y la salida de emergencia que nunca sabemos dónde carajo está. Quiero explicártelo mejor. Son, por ejemplo, los otoños que renacen en invierno, las coartadas perfectas en nuestros crímenes sin resolver y la claridad de un “ya veremos”. Sigo intentando explicártelo mucho mejor. Es, por ejemplo, que te disparen a ti y sangre yo, las puertas automáticas que se atascan al vernos pasar de largo o la idiotez de mis “porque sí”. Cómo explicártelo. Por ejemplo, tú.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

SÓLO TRES OPCIONES

Impregnado de alcohol y de ti, a las 4 de la mañana cualquier ciudad puede ser Viena o Cracovia si cierras los ojos. O si los taxis no se acuerdan de sintonizar la emisora correcta. Todas son válidas menos Máxima FM. Ya no hay humo en los garitos. No estoy ni a favor ni en contra. Simplemente, digo que no hay humo. Y eso los ojos lo agradecen. Un tipo me habla de poesía y de novelas. Alterna Dylan Tomas y Emily Dickinson con James Joyce y Aldous Huxley. Sabe bastante, pero me está empezando a doler la cabeza ya. Me pregunta qué leo y yo y le digo que en mi vida he leído un libro. Me dice que cómo puede ser eso. Le explico que a menos que tengan dibujos, me aburren. Me grita al oído que no sé lo que me estoy perdiendo. Que me puede recomendar algunos libros para comenzar. Que si tengo dónde apuntarlos. Le digo que sí. Saco el móvil y hago como que escribo los títulos aunque en realidad estoy escribiendo “Este tío es un puto coñazo”. Al terminar, le digo que ya los leeré. Todos y cada uno de ellos. El tipo parece contento y siente que ha hecho algo productivo por la sociedad. Sea como sea, son las 4 de la mañana y a estas horas sólo valen tres opciones: un polvo, dormir o una hamburguesa.
La próxima vez que se me acerque un tipo hablándome de poesía y de novela, le diré que todos los jodidos clásicos se resumen en el hilo finísimo de tu tanga. Que lo que no quepa ahí, está demás. Porque lo que leo al quitártelo, dudo que alguien escriba algo parecido. O más interesante.

sábado, 29 de octubre de 2011

LAS SOMBRAS DE TU PERFIL

Siempre es lo mismo. Siempre me desangras en el whiskey que tiene tu color de voz. En las calles estrechas mojadas que invitan a pisar charcos, a descolgar persianas para que entre la oscuridad. También ayuda romper farolas que no intuyan las sombras de tu perfil. Que no guíen mis párpados hacia el otoño del país incierto de la piel que gastamos ayer. Y recompones una a una las esquinas frías en las que desafiar a lo que no hay en ese instante. A lo que no vendrá mañana.
Siempre es lo mismo. Siempre me matas de la misma forma. Pero nunca puedo hacer nada.

viernes, 28 de octubre de 2011

YO, MÍ, ME, CONTIGO. NO SE PUEDE CAER MÁS BAJO. O SÍ.

Llegados a este punto, duermes en mi habitación, con mi camiseta de fútbol que te cubre las piernas lo justo, parece que está hecha a tu medida. Como mi silla para tu ropa interior. Tu perfume es la única droga de diseño que pueden soportar mis sabanas. Poco a poco voy colocándome, se mueven las paredes, recuerdo aquellos versos “todas las putas son tú cuando despiertas y no hay nadie” y el polvo se queda a medias. Te pregunto si tienes sed. Voy a morir de un momento a otro. Hay camas que no están hechas para dormir, por ejemplo, la mía si estás tú. Me voy al sofá haciendo de equilibrista por el pasillo, bordeando todo lo que sueñas y que pasa descalzo por mi lado. Cuando por fin consigo dormirme, justo cuando cierro los ojos sin pensarlo dos veces, apareces no sé exactamente de dónde para decirme que ya es la hora. Te preparó café, a mi manera. Recorres las marcas que me ha dejado la textura del sofá en la espalda, a tu manera. Te pregunto si de verdad tenemos que ir hoy de compras. Te doy el dato de que no es seguro, pero probablemente sigan ahí -todas y cada una de ellas- el lunes. Sonríes mientras bebes el café en mi taza de los Beatles. Sabes que las conversaciones que tendré hoy serán fugaces y breves. Pero sabes también que aunque no diga nada durante horas, estaré pensando en tu color de uñas. A duras penas, cruzamos el puente de Triana. El carril bici tiene el mismo tamaño que el carril de los coches. Así son los políticos. Unas mentes privilegiadas. Las Rayband me extraen del mundo pero el sol golpea hasta lo que no se ve. Por fin llegamos. Entramos en...da igual. Son todas iguales. Tienen todas lo mismo. Sólo cambia el nombre. Calculo los decibelios antes de entrar. Te espero fuera mejor. Vamos a otra tienda. Sigue dando igual el nombre. En esta sí entro. Me dices que coja esto, y esto otro, y eso, "¿Me quedará bien esto?" No lo sé. Mi abstracción ahora mismo no existe.
Llegados a este punto, estar cargado con faldas, camisas, camisetas y vaqueros en la puerta del probador es algo que no cambiaría por ninguna otra cosa. Aunque sepa con total certeza que no vas a llevarte nada. No se puede caer más bajo. O sí.

CONFESIONES SIN ANESTESIA


Quiero quemarte desde tu porterillo. Quiero que me quemes cuando pestañees. ¿Quién coño necesita entender al fuego teniéndote delante desnuda? Casi siempre el valor es asunto de cobardes. Las guerras, las drogas, las radiaciones ultravioleta, cambiarte de carril sin mirar, saltar sin comprobar el paracaídas. Todo eso en cierto modo, es peligroso. Pero joder, tú...tú eres ya eres otra cosa.

CON LA LUZ APAGADA


Puedo ser tu pasatiempo cronometrado, tu sudoku resuelto al trasluz. O puedo ser también el meteorito que te destroza sólo en 3D. Puedo ser el orgasmo preventivo de tu soledad, los arañazos que se cagan en los muertos de las caricias que te faltan. O puedo ser el móvil que tiembla y siembra tsunamis a las 3 de la mañana después de quedarme sin  batería. Puedo ser tu mayor desastre antes de que pienses en mí. O puedo ser también tu mejor insomnio con sueño REM. Puedo ser tu Stop para que pases de largo, y no preguntes más. O puedo ser también tu lugar del crimen favorito. Puedo ser lo que quieras y lo contrario. Puedes utilizarme o quedarte conmigo. Puedo ser tu salto o tu vuelta atrás. Pero sea lo que sea...se me ha olvidado qué carajo iba a decirte. Ahm sí, sea lo que sea, hazlo con la luz apagada. Todo se ve mucho mejor.

miércoles, 26 de octubre de 2011

MANUAL PARA EMPEZAR CON BUEN PIE Y TERMINAR CON EL CORRECTO


Tiene que ser brutal. Desaparezco y aparezco sin arte de magia. Nada aquí, nada ahí, lo pierdo todo antes de cubrirme con tu nombre como pintura de guerra. Tiene que ser brutal. Que no deje nada en pie, que desubiques todo lo que es de mí, sin decir “¿a dónde vamos?” o “se nos ha hecho tarde”. Tiene que ser desde lejos, sin que haya un contacto cuerpo a cuerpo. Eso viene después. No sé si lo estás entiendo ni tampoco si lo estoy explicando bien. Sigamos. Quizá Loriga, Kundera, Orwell, Muñoz Molina, Bukowski, Easton Ellis y Ballard tengan algo que ver. Realmente importan una mierda. Consiste sólo en apretar bien las gónadas. Las que quieras, pero apriétalas. Tal vez Wilco, Radiohead, Quique González, Joaquín Sabina, Rivulets y Bon Iver tengan cierta importancia. Realmente, también importan una mierda. Más complicado que entenderme, concretamente, es aguantarme. Nadie es difícil. Todos somos simples. Decir “soy extraño, y también complicado” es la excusa cubierta de moho podrido del siglo XXI. Así que no voy a decirte semejante estupidez. Soy simple y fácil. Y también -esta vez sí- viceversa. Si tocas en el lugar exacto, Hiroshima será un simulacro para playmóbil. No tienes que hacer gran cosa, sólo tienes que hacerla bien. Es muy poco. Cualquier curso de libre configuración cuesta diez veces más. No me cuentes el segundo moho podrido del siglo XXI de “me han jodido mucho antes, así que no me fío y voy con cuidado”, porque con cuidado se va por un campo de minas en Afganistán, no tomándonos una cerveza en El rincón del arte nuevo. Si tuvieras que cargar con mis cicatrices -que no son ni muchas ni pocas, sino suficientes- hace rato que te habrías ido. Así que no pienses que yo voy a cargar con las tuyas. Que carguen los que te las hicieron. Las mías tienen nombre y apellidos y por supuesto, un remite en mayúsculas, cursiva y subrayado. Para que no haya confusión. Si vas a hablarme de política, tenemos que hacerlo con protección. Hay un virus llamado Intereconomía que me gustaría no tener que perder el tiempo en discutirlo -salvo por Punto Pelota-. Puedes ser de derechas o de izquierdas, me importa un carajo. Lo que sí me importa es que seas subnormal. El fútbol, aquí sí que nos tenemos que poner serios. El fútbol sí que es complejo. Tenemos a Guillén de presidente, a unos directivos de la UEFA con Platini al mando que son los mayores inútiles que han dado la humanidad y tenemos a Mourinho. ¿Eistein o Mourinho? No me hagas elegir. “Sálvame”, sigamos con temas serios. El sabor rancio a comida cumplida, el tacto a humedad que se nota de 16h a 20h, huele que apesta a algo indescifrable pero jamás se te ocurra cambiar de canal en esas cuatro horas. No me preguntes cómo ni por qué, pero me gusta. Es mi opio particular. Y por último, en una cama para uno, no voy a dormir. Podemos abrazarnos, podemos hablar bajito, podemos corrernos si hay suerte, pero no voy a dormir contigo ahí. Creo que ya está todo.

Puedes tirar mi número de teléfono pero recuerda lo de apretar las gónadas, por favor.

COSAS A DESTIEMPO


Nunca tuve los cojones de decírtelo pero hay algunas cosas que deberías de saber. Has sido de las pocas cosas en las que he perdido el tiempo, y a pesar de lo que has jodido, no sé cómo, conseguiste dar sentido a todos los orgasmos que no tuvimos. Y lo que es más triste aún, le diste sentido a la frase de René Char “no soy feliz, y sin embargo bastas”. Me daría dos ostias ahora mismo por escribir esto. Continuemos. Tus malditas uñas despintadas daban brillo al gris más opaco de mi nervio óptico. Y tus mensajes después de estar peleando con una botella de whiskey durante casi dos horas, quitaban el sabor a madera de todas las papilas gustativas que pensaban a la vez en tu nombre. Tú desvirgaste mi guitarra y mi piano después de haberlos estando tocando yo durante horas y horas. Manda huevos. Las canciones que toqué son algo insólito y también inédito. “You are my home” de Rivulets resumía tus piernas cruzadas, mirando al suelo. Reemplazar las necesidades básicas por ver a alguien tiene que dejar de ser algo común en esto. Y también el no tener nada qué decir si no apareces tú en algún puto momento de la oración. A menudo saber que algo no va a funcionar no implica que no se intente arrancar hasta que reviente el contacto. Una vez, y otra, y otra. Y ya la última. Y una más por si acaso. Joder, ésta seguro que va. Y no va. Dejaste un desierto anémico que ni con el mejor de los Alzheimer consigo repararlo del todo. Los veranos y los inviernos que nos jodieron tan tremendamente imparcial -a los dos por igual- desfilan de vértebra en vértebra por las estúpidas apariciones que realizas cada cierto tiempo, sin saber muy bien para qué.
Nunca tuve los cojones de decírtelo pero por fin ha pasado. Puedes volver todas las veces que quieras. Ya no haces efecto. Como los medicamentos caducados.

VERBOS IRREGULARES


Cuando no tenga nada que decirte, no te diré nada. Parece algo absurdo. Piénsalo otra vez. ¿Cuántas cosas dices por no saber qué decir? “Ha empeorado el tiempo estos días” “Parece que el PP ganará las elecciones” “Estaba claro que el Barça era claramente superior”. Piénsalo otra vez. No te diré nada. Me quedaré callado mirando tus piernas cruzadas. O el telediario. Tus piernas mejor, sí. También sabes que cuando eres tú quien se queda callada, eres mi objeto indirecto en tercera persona, mi jodido verbo que no tengo ni puta idea de su conjugación. Sigo callado. Sigues desnuda. Me indicas el camino con la ropa en el suelo. Y todavía sé aún menos cómo carajo te conjugas. Sabes que puedo ser un buen tipo y un gilipollas. Sabes que nunca terminé de aprenderme los malditos verbos irregulares. Y ya va siendo hora. Sigo callado. Sigues desnuda.