sábado, 29 de octubre de 2011

LAS SOMBRAS DE TU PERFIL

Siempre es lo mismo. Siempre me desangras en el whiskey que tiene tu color de voz. En las calles estrechas mojadas que invitan a pisar charcos, a descolgar persianas para que entre la oscuridad. También ayuda romper farolas que no intuyan las sombras de tu perfil. Que no guíen mis párpados hacia el otoño del país incierto de la piel que gastamos ayer. Y recompones una a una las esquinas frías en las que desafiar a lo que no hay en ese instante. A lo que no vendrá mañana.
Siempre es lo mismo. Siempre me matas de la misma forma. Pero nunca puedo hacer nada.

viernes, 28 de octubre de 2011

YO, MÍ, ME, CONTIGO. NO SE PUEDE CAER MÁS BAJO. O SÍ.

Llegados a este punto, duermes en mi habitación, con mi camiseta de fútbol que te cubre las piernas lo justo, parece que está hecha a tu medida. Como mi silla para tu ropa interior. Tu perfume es la única droga de diseño que pueden soportar mis sabanas. Poco a poco voy colocándome, se mueven las paredes, recuerdo aquellos versos “todas las putas son tú cuando despiertas y no hay nadie” y el polvo se queda a medias. Te pregunto si tienes sed. Voy a morir de un momento a otro. Hay camas que no están hechas para dormir, por ejemplo, la mía si estás tú. Me voy al sofá haciendo de equilibrista por el pasillo, bordeando todo lo que sueñas y que pasa descalzo por mi lado. Cuando por fin consigo dormirme, justo cuando cierro los ojos sin pensarlo dos veces, apareces no sé exactamente de dónde para decirme que ya es la hora. Te preparó café, a mi manera. Recorres las marcas que me ha dejado la textura del sofá en la espalda, a tu manera. Te pregunto si de verdad tenemos que ir hoy de compras. Te doy el dato de que no es seguro, pero probablemente sigan ahí -todas y cada una de ellas- el lunes. Sonríes mientras bebes el café en mi taza de los Beatles. Sabes que las conversaciones que tendré hoy serán fugaces y breves. Pero sabes también que aunque no diga nada durante horas, estaré pensando en tu color de uñas. A duras penas, cruzamos el puente de Triana. El carril bici tiene el mismo tamaño que el carril de los coches. Así son los políticos. Unas mentes privilegiadas. Las Rayband me extraen del mundo pero el sol golpea hasta lo que no se ve. Por fin llegamos. Entramos en...da igual. Son todas iguales. Tienen todas lo mismo. Sólo cambia el nombre. Calculo los decibelios antes de entrar. Te espero fuera mejor. Vamos a otra tienda. Sigue dando igual el nombre. En esta sí entro. Me dices que coja esto, y esto otro, y eso, "¿Me quedará bien esto?" No lo sé. Mi abstracción ahora mismo no existe.
Llegados a este punto, estar cargado con faldas, camisas, camisetas y vaqueros en la puerta del probador es algo que no cambiaría por ninguna otra cosa. Aunque sepa con total certeza que no vas a llevarte nada. No se puede caer más bajo. O sí.

CONFESIONES SIN ANESTESIA


Quiero quemarte desde tu porterillo. Quiero que me quemes cuando pestañees. ¿Quién coño necesita entender al fuego teniéndote delante desnuda? Casi siempre el valor es asunto de cobardes. Las guerras, las drogas, las radiaciones ultravioleta, cambiarte de carril sin mirar, saltar sin comprobar el paracaídas. Todo eso en cierto modo, es peligroso. Pero joder, tú...tú eres ya eres otra cosa.

CON LA LUZ APAGADA


Puedo ser tu pasatiempo cronometrado, tu sudoku resuelto al trasluz. O puedo ser también el meteorito que te destroza sólo en 3D. Puedo ser el orgasmo preventivo de tu soledad, los arañazos que se cagan en los muertos de las caricias que te faltan. O puedo ser el móvil que tiembla y siembra tsunamis a las 3 de la mañana después de quedarme sin  batería. Puedo ser tu mayor desastre antes de que pienses en mí. O puedo ser también tu mejor insomnio con sueño REM. Puedo ser tu Stop para que pases de largo, y no preguntes más. O puedo ser también tu lugar del crimen favorito. Puedo ser lo que quieras y lo contrario. Puedes utilizarme o quedarte conmigo. Puedo ser tu salto o tu vuelta atrás. Pero sea lo que sea...se me ha olvidado qué carajo iba a decirte. Ahm sí, sea lo que sea, hazlo con la luz apagada. Todo se ve mucho mejor.

miércoles, 26 de octubre de 2011

MANUAL PARA EMPEZAR CON BUEN PIE Y TERMINAR CON EL CORRECTO


Tiene que ser brutal. Desaparezco y aparezco sin arte de magia. Nada aquí, nada ahí, lo pierdo todo antes de cubrirme con tu nombre como pintura de guerra. Tiene que ser brutal. Que no deje nada en pie, que desubiques todo lo que es de mí, sin decir “¿a dónde vamos?” o “se nos ha hecho tarde”. Tiene que ser desde lejos, sin que haya un contacto cuerpo a cuerpo. Eso viene después. No sé si lo estás entiendo ni tampoco si lo estoy explicando bien. Sigamos. Quizá Loriga, Kundera, Orwell, Muñoz Molina, Bukowski, Easton Ellis y Ballard tengan algo que ver. Realmente importan una mierda. Consiste sólo en apretar bien las gónadas. Las que quieras, pero apriétalas. Tal vez Wilco, Radiohead, Quique González, Joaquín Sabina, Rivulets y Bon Iver tengan cierta importancia. Realmente, también importan una mierda. Más complicado que entenderme, concretamente, es aguantarme. Nadie es difícil. Todos somos simples. Decir “soy extraño, y también complicado” es la excusa cubierta de moho podrido del siglo XXI. Así que no voy a decirte semejante estupidez. Soy simple y fácil. Y también -esta vez sí- viceversa. Si tocas en el lugar exacto, Hiroshima será un simulacro para playmóbil. No tienes que hacer gran cosa, sólo tienes que hacerla bien. Es muy poco. Cualquier curso de libre configuración cuesta diez veces más. No me cuentes el segundo moho podrido del siglo XXI de “me han jodido mucho antes, así que no me fío y voy con cuidado”, porque con cuidado se va por un campo de minas en Afganistán, no tomándonos una cerveza en El rincón del arte nuevo. Si tuvieras que cargar con mis cicatrices -que no son ni muchas ni pocas, sino suficientes- hace rato que te habrías ido. Así que no pienses que yo voy a cargar con las tuyas. Que carguen los que te las hicieron. Las mías tienen nombre y apellidos y por supuesto, un remite en mayúsculas, cursiva y subrayado. Para que no haya confusión. Si vas a hablarme de política, tenemos que hacerlo con protección. Hay un virus llamado Intereconomía que me gustaría no tener que perder el tiempo en discutirlo -salvo por Punto Pelota-. Puedes ser de derechas o de izquierdas, me importa un carajo. Lo que sí me importa es que seas subnormal. El fútbol, aquí sí que nos tenemos que poner serios. El fútbol sí que es complejo. Tenemos a Guillén de presidente, a unos directivos de la UEFA con Platini al mando que son los mayores inútiles que han dado la humanidad y tenemos a Mourinho. ¿Eistein o Mourinho? No me hagas elegir. “Sálvame”, sigamos con temas serios. El sabor rancio a comida cumplida, el tacto a humedad que se nota de 16h a 20h, huele que apesta a algo indescifrable pero jamás se te ocurra cambiar de canal en esas cuatro horas. No me preguntes cómo ni por qué, pero me gusta. Es mi opio particular. Y por último, en una cama para uno, no voy a dormir. Podemos abrazarnos, podemos hablar bajito, podemos corrernos si hay suerte, pero no voy a dormir contigo ahí. Creo que ya está todo.

Puedes tirar mi número de teléfono pero recuerda lo de apretar las gónadas, por favor.

COSAS A DESTIEMPO


Nunca tuve los cojones de decírtelo pero hay algunas cosas que deberías de saber. Has sido de las pocas cosas en las que he perdido el tiempo, y a pesar de lo que has jodido, no sé cómo, conseguiste dar sentido a todos los orgasmos que no tuvimos. Y lo que es más triste aún, le diste sentido a la frase de René Char “no soy feliz, y sin embargo bastas”. Me daría dos ostias ahora mismo por escribir esto. Continuemos. Tus malditas uñas despintadas daban brillo al gris más opaco de mi nervio óptico. Y tus mensajes después de estar peleando con una botella de whiskey durante casi dos horas, quitaban el sabor a madera de todas las papilas gustativas que pensaban a la vez en tu nombre. Tú desvirgaste mi guitarra y mi piano después de haberlos estando tocando yo durante horas y horas. Manda huevos. Las canciones que toqué son algo insólito y también inédito. “You are my home” de Rivulets resumía tus piernas cruzadas, mirando al suelo. Reemplazar las necesidades básicas por ver a alguien tiene que dejar de ser algo común en esto. Y también el no tener nada qué decir si no apareces tú en algún puto momento de la oración. A menudo saber que algo no va a funcionar no implica que no se intente arrancar hasta que reviente el contacto. Una vez, y otra, y otra. Y ya la última. Y una más por si acaso. Joder, ésta seguro que va. Y no va. Dejaste un desierto anémico que ni con el mejor de los Alzheimer consigo repararlo del todo. Los veranos y los inviernos que nos jodieron tan tremendamente imparcial -a los dos por igual- desfilan de vértebra en vértebra por las estúpidas apariciones que realizas cada cierto tiempo, sin saber muy bien para qué.
Nunca tuve los cojones de decírtelo pero por fin ha pasado. Puedes volver todas las veces que quieras. Ya no haces efecto. Como los medicamentos caducados.

VERBOS IRREGULARES


Cuando no tenga nada que decirte, no te diré nada. Parece algo absurdo. Piénsalo otra vez. ¿Cuántas cosas dices por no saber qué decir? “Ha empeorado el tiempo estos días” “Parece que el PP ganará las elecciones” “Estaba claro que el Barça era claramente superior”. Piénsalo otra vez. No te diré nada. Me quedaré callado mirando tus piernas cruzadas. O el telediario. Tus piernas mejor, sí. También sabes que cuando eres tú quien se queda callada, eres mi objeto indirecto en tercera persona, mi jodido verbo que no tengo ni puta idea de su conjugación. Sigo callado. Sigues desnuda. Me indicas el camino con la ropa en el suelo. Y todavía sé aún menos cómo carajo te conjugas. Sabes que puedo ser un buen tipo y un gilipollas. Sabes que nunca terminé de aprenderme los malditos verbos irregulares. Y ya va siendo hora. Sigo callado. Sigues desnuda.

lunes, 24 de octubre de 2011

PERO LO HICIMOS

Hubiese sido mejor no hacerlo. Pero lo hicimos. Es un coñazo tener que estar arrepintiéndose de lo que se hace. He cometido errores que nunca cambiaría por lo correcto. Los errores planean raso sobre mi piel. Me quedo sin duda con ese sabor. Estás sentada en mi cama, mirando al suelo. Me coloco de una forma brutal con tu silencio. “Tócame esa canción al piano otra vez”. Realmente, prefiero tocarte a ti. Me gusta más tu sonido.