domingo, 28 de diciembre de 2014

HIROSHIMA



Quiero que te quedes. Quiero que te vayas. Quiero que te den por el culo, y que no sea yo. Quiero pasar contigo el puto tiempo que no me sobra. O abandonarte antes de que me abandones, cuando lo pienses bien. Ni te quiero ni dejo de hacerlo. Es algo intermedio para hacer lo contrario cuando tú haces lo opuesto. Quiero hacértelo sobre la barra del bar antes de que lo cierre la policía de los cojones. Quiero que me empujes hacia dentro con los ojos rojos y que se rompa la puerta del servicio del Kafka. Quiero quemar todos los poemas que hablen de ti porque son mentira. Quiero decirte que en realidad, nunca te mentí pero tenía que parecerlo. Quiero que seamos Hiroshima antes de subir la persiana. Quiero que el metro de repente cancele la línea y sea imposible comprobar lo que nos odiamos. Quiero que hagas lo que quieras conmigo y con el vodka. Quiero que por querer no quede, pero va a suceder.  Quiero el sudor frío de despertarme y no saber dónde estás. Quiero alejarme de ti sin tener que explicarlo para volver después con el rabo entre las piernas o con las orejas entre las tuyas.

miércoles, 26 de noviembre de 2014

SEGUNDO TONO



Es una lástima que los kilómetros hayan tenido efecto. Es mejor escribir sobre lo que duele que sobre lo que ya no importa tanto. Pero este whisky sin ti empieza a saber bien. No es una victoria. Ni tan siquiera es una sonrisa después de un orgasmo. Nos perdimos el descuento y ahora se agradece. Te mezclo a ti y a ella sin que tengáis mucho que ver cronológicamente. Y en medio del ruido tampoco sé lo que dije para que te quedaras ni para que te fueras después. Reconozco que alguna vez he puesto la calefacción por tu culpa. A pesar de tener el labio rajado, te memoricé igual. Tú no entendías mi letra, yo nunca entendí tus cambios de… “Amor” es otra palabra rara y con efectos secundarios innegociables. La pereza de volver a arrancarte la ropa interior con los dientes hace que llueva o que cuelgue en el segundo tono. No voy a negar la llamada. Pero siempre me dejaste un tiempo para rectificar. “A ver si nos vemos” era algo que no iba a suceder. Antes lo sabías tú. Ahora lo sabemos los dos. Este whisky sin ti empieza a saber bien. Se ha pasado la resaca. He olvidado a qué saben ciertas partes de tu cuerpo.

viernes, 10 de octubre de 2014

MI MANO SIN GUANTES // NO QUIERO BESOS CUANDO EMPIECE EL TIROTEO



MI MANO SIN GUANTES

Un nivel 2 modificado a un nivel 3 no es un nivel 4. La simpleza de esto rebota en el cerebro en blanco de quienes tienen que tomar decisiones. Ana Mato no significa nada. Ana Mátenme suena jodidamente extraordinario. Y de paso también al consejero de sanidad Javier Rodríguez. Sin remordimientos ni piedad. La fiebre no llega a los despachos hasta que “quememos el paraíso para verlo arder” (Felipe Benítez Reyes). Hablan de protocolo como quien empieza la casa por el tejado. Hablan y hablan, y cada estupidez supera a la anterior. Y lo peor no es que hablen. Lo peor de todo es que luego las hacen. Y aquí es donde el virus debería de cambiar de bando. O de planta. Mi desprecio más absoluto y sanguinario a los que hablan de medidas y errores personales en trajes de chaqueta impolutos. Mi mano sin guantes hacia ella. Las dos, de hecho.


NO QUIERO BESOS CUANDO EMPIECE EL TIROTEO

“Porque no quiero besos cuando empiece el tiroteo, porque las caricias se las guardas a tus muertos” (Kutxi Romero), porque en inviernos peores he sonreído mejor. Hay diluvios de dos gotas que son capaces de ahogarnos o de hacernos huir hacia adelante. Huirnos siempre ha sido la venganza más dulce y salvaje que nos podíamos dar. La ropa lleva tres días tendida. Se acabó el café. Las ventanas se rompieron. Y yo cuidando tus malditas huellas sobre el mármol como si fueras a crecer, de repente, de ellas.

miércoles, 10 de septiembre de 2014

ESTOCOLMO TAMBIÉN PUEDE MATARTE SIN MIRAR




Joder, hazlo de nuevo. Estocolmo mata pero no tanto. En el aeropuerto de Helsinki me hablabas de montañas y yo no dejaba de pensar en violines rotos. En septiembre la ciudad amanece llena de huesos pálidos de un verano que se prolonga hasta la próxima ventana. Que no abres. Que no sé para qué coño preguntaste. En cualquier caso, a 25.700 pies tu color de pelo sigue siendo el mismo pero algo más salado. Todas las chicas rubias me recordaban a ti; tú, que eres todo menos rubia. Los horarios adelantados eran mucho más eficaces. Antes, por eso, tomaba el primer trago pensando en el tatuaje brutal de tu muslo izquierdo. Las bicicletas eran kamikazes descontrolados. La natalidad sobrepasa todo lo que imagines. Pensaba que el sueco era de los idiomas más jodidamente feos y malsonantes hasta que escuché el finés. Pensaba que tus pezones no se parecían en nada a unos imanes hasta que aterrizamos en Málaga y al carajo las necesidades básicas. Tu piercing secreto me cuela en todos los controles de los aeropuertos. Igual que tu forma de moverte me hace invisible a los controles de velocidad. Nunca he ido a buscarte. Nunca me has buscado. Y no dejamos de encontrarnos. Y de jodernos. Y ahora que vengan y me cuenten que el amor es mejor que esto. Que cualquiera es mejor que tú. Como si no lo supiera. Como si no hubiese elegido esta mierda contigo a la felicidad automática de los domingos con alguien parecida a ti.

domingo, 13 de julio de 2014

VIVIR Y REVENTAR



Siempre pensé que tendías a lo destructivo como un labio tiende a lo seguro. Pero una tarde en la que apenas tuvimos tiempo para saber la temperatura, me dijiste que no, mientras terminabas de comerte un trozo de pastel en aquella cafetería pequeña. No recuerdo de qué era. “Para nada. Prefiero la felicidad, sin duda”. En un verano ambiguo, con turnos acumulativos, he borrado más de un mensaje a las cuatro de la mañana en cualquier planta del Macarena. Y también me he despertado pensando que estábamos en Conil o en Bolonia. Eres nieve en pleno julio cuando sales de la ducha y mataría a más banqueros de los que conozco. Lo social se mezcla contigo y sois uno. Y también eres V. Despentes, J. Sussan o I. Santacroce. Incluso otras veces eres un documental sin cortes sobre el bosón de Higgs y Ray Lamontagne. No me cansaré de repetir en voz alta mientras estás encima de mí que “Tal como van las cosas / tal como va la herida / puede venir el fin / desde cualquier lugar. / Pero caeré diciendo / que era buena la vida / y que valía la pena / vivir y reventar.” (Félix Grande). Sobre todo contigo. Vivir y reventar. Vivir y reventar, repetidamente. Hay quienes lo explicarán con sutilezas de mierda y términos intermedios que ni enfrían ni calientan. Con palabras sobrevaloradas del cabrón de Pérez Reverte. Con pinturas borradas del genocidio sobre Palestina. Llegados a este punto, eres tanto y tan devastadora que sólo queda abrazarte o drogarme. Para vivir y reventar.