miércoles, 10 de septiembre de 2014

ESTOCOLMO TAMBIÉN PUEDE MATARTE SIN MIRAR




Joder, hazlo de nuevo. Estocolmo mata pero no tanto. En el aeropuerto de Helsinki me hablabas de montañas y yo no dejaba de pensar en violines rotos. En septiembre la ciudad amanece llena de huesos pálidos de un verano que se prolonga hasta la próxima ventana. Que no abres. Que no sé para qué coño preguntaste. En cualquier caso, a 25.700 pies tu color de pelo sigue siendo el mismo pero algo más salado. Todas las chicas rubias me recordaban a ti; tú, que eres todo menos rubia. Los horarios adelantados eran mucho más eficaces. Antes, por eso, tomaba el primer trago pensando en el tatuaje brutal de tu muslo izquierdo. Las bicicletas eran kamikazes descontrolados. La natalidad sobrepasa todo lo que imagines. Pensaba que el sueco era de los idiomas más jodidamente feos y malsonantes hasta que escuché el finés. Pensaba que tus pezones no se parecían en nada a unos imanes hasta que aterrizamos en Málaga y al carajo las necesidades básicas. Tu piercing secreto me cuela en todos los controles de los aeropuertos. Igual que tu forma de moverte me hace invisible a los controles de velocidad. Nunca he ido a buscarte. Nunca me has buscado. Y no dejamos de encontrarnos. Y de jodernos. Y ahora que vengan y me cuenten que el amor es mejor que esto. Que cualquiera es mejor que tú. Como si no lo supiera. Como si no hubiese elegido esta mierda contigo a la felicidad automática de los domingos con alguien parecida a ti.