miércoles, 30 de noviembre de 2011

RASCACIELOS INALCANZABLES

Son los espacios comunes los que nos hacen vulnerables al volverse únicos. Cambias de canal y sigue estando ahí tu reflejo cortado a mi medida, respirando de no se sabe bien qué, pero respirando. Se escucha la lluvia en las persianas y también se escucha el roce de mi pijama con tus sueños intactos. A veces se rompen. A veces cambian de color y son los mismos, pero diferentes. Un vaso de leche caliente es nuestro termómetro más eficaz. “¿Vamos a la cama?” me preguntas. Andamos solos por el pasillo, el trayecto se parece al desierto de Gobi o a unos guantes helados. Ya me entiendes. El alcohol nos coloca, de eso no hay duda. Nos intuimos accesibles en cualquier rascacielos inalcanzable. Apagas la luz. Enciendo los ojos. Y sé que esto va por mal camino porque cuando a media noche el frío aprieta, en lugar de tirar de la manta, tiro de ti.

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