Afónicos nos explicamos mejor.
Así que cuando me escribes “tengo que decirte
algo”
una erección luminosa se acumula
en cualquier parte de mi cerebro.
La televisión sin sonido, tu tanga rojo
deslumbrando la avenida, mi nombre
en las paredes del vecino, tus gemidos
blancos como mi manera de mirarte,
la costumbre de no arroparte cuando
duermo
junto a ti.
Un día contigo es algo lento y
extraordinario.
Un día a solas no lo llevo mal, pero
joder,
se nota demasiado cuando estás detrás de mí
mientras preparo la cena. Revuelto de
champiñones,
o de cometas de plástico, o de restos de
agua
al oler tu pelo mojado. Se nota demasiado
cuando no estás detrás de mí. O delante.
Y tu culo como una brújula perfecta
indicándome el camino, y mis dedos
gritándole
en braille, o qué cojones, apretándolo
como si fueras a irte y yo no tuviera
nada más
a lo que agarrarme en esta vida de
mierda.
“Tenemos que hablar, y tú
con ropa todavía”.
Tu forma de hablar siempre es follarme.
No hay comentarios:
Publicar un comentario