martes, 11 de agosto de 2015

CHAMPAGNE


Eres brutal. Tus dientes hundidos en mi esternón mientras me convences de que la poesía no sirve para nada; que es tu piel una droga cortada a mi medida y que la Generación Beat es el champagne que se evapora en tus pupilas dilatadas. Dilatadas como mi corazón apuntando entre tus muslos, como la forma de decirte que te necesito cuando te escribo “hace cuatro días que no pienso en ti”. También eres insoportable como Sevilla en agosto. Tus manías vencen a las mías de la forma más fácil: esto es lo que hay. Alternas el lado de la cama porque no tienes claro si me abrigaras en invierno cuando huela a un perfume que no es el tuyo. Tú siempre hueles a ti y eso es una ventaja porque nadie se camufla mejor. Podríamos querernos sin ninguna dificultad. Podríamos odiarnos aún más y follarnos todavía mejor. Podríamos ir uno al piso del otro sin avisar y no sorprendernos de lo que fuéramos a encontrarnos o no. Podríamos ser y hacer tantas cosas que da pereza explicarlo. Eres brutal y también insoportable. Por eso, no sabemos hacer nada mejor que jodernos la vida de la peor manera, de la más bestial, sin compasión, sin piedad. Porque, ¿qué mierda sería esta vida sin jodernos?: un telediario mal explicado, la luz que se rompe antes de tiempo, un orgasmo sin tu forma de estremecerte. Lo que no tiene que ver contigo supongo que sirve para algo pero has conseguido que no recuerde para qué.

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