domingo, 25 de enero de 2015

O DE ALGUIEN CON TU MISMO COLOR DE PELO


¿Cómo coño puede tardar tanto este semáforo? ¿Volveremos a quedar después de corrernos? Si tuviera que decirte algo por última vez, te diría que es un alivio que no se repita. Tu voz me tranquiliza y me recuerda que algunas luces siguen apagadas. Me gustaría verte, en realidad. Pero no sé cómo decírtelo. La forma más sencilla suele ser la mejor, salvo cuando no lo es. No estoy del todo convencido de que si nos hubiera escenificado Ingmar Bergman, hubiese sido distinto. Te escribí algo en el muslo izquierdo que aún no leíste. Tus uñas y mi espalda forman una simbiosis que en el peor de los casos, dura tres días. Recapacitar sobre calles mojadas no es una buena idea ni efectivo. Pero los malditos cajeros siempre se joden a estas horas en las que ni tú sabes por qué preguntaste ni yo sé de qué estábamos hablando, para qué mentir. Odio soñar contigo. Odio soñar con otra. Odio soñar con cualquier cosa. Y aún  más, si no recuerdo qué cojones he soñado. Hay una goma del pelo encima del periódico. Supongo que debe de ser tuya o de alguien con tu mismo color de pelo. Espero que sea tuya. Somos una “enfermedad rara” en la que ninguno de los dos tiene especialmente prisa por encontrar una solución. Para que llueva mañana, prefiero que nieve hoy. Para contarte de nuevo lo mismo, prefiero que me folles diferente. Si alguna vez te quiero, dame dos hostias. Te lo agradeceré. Me lo agradecerás. Si tuviera que decirte algo por última vez, te diría que es un alivio que no se repita. Te diría que mil veces son pocas para repetirlo.

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