sábado, 7 de marzo de 2015

QUE NOS MANCHE LA TORMENTA


No voy a reconocerlo, aunque me gustaría.
Decir en voz baja mientras intento arreglar el microondas
que no tuve ni puta idea de lo que era el frío
hasta que estuve en Cracovia y a menos diez grados,
                                                     pensé en ti.
O decir que con tus piernas abiertas sobre la mesa
soy capaz de ver el telediario hasta final.
No sé si llegaría contigo hasta el final de mi vida
pero me basta con que llegues al final de este orgasmo,
con ver cómo rompes el mundo cuando cierras los ojos
y aprietas tus manos en mi mandíbula
porque sinceramente el alma me importa una mierda.

La resaca del peor whisky no es excusa,
no quiero dormir hasta que lo acabe.

Alguna vez lo pensé pero nunca llegué a odiarlo.
Es más interesante si nos paramos en medio de las sábanas
y dejamos que nos manche la tormenta.
El sexo sucio, como tus palabras en mis oídos,
a punto de gritarte lo que quieres o lo que no esperas.

Siempre esperábamos cosas que ocurrirían
en el peor momento y disfrutábamos con eso.
No conocen el placer salvaje de admitir
que mataría por una gota de tu sudor.
Tampoco conocen que tu peor frase es “yo también”.

Para qué coño necesito los bailes y el futuro
si puedo emborracharme contigo.

Te escribo este poema
simplemente porque no puedo follarte.

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