domingo, 26 de abril de 2015

CON LA FIEBRE NO SE NEGOCIA


Con la fiebre no se negocia. Mi cerebro ha estado ardiendo
una semana y en alguna ocasión, pensando en ti. Eso tampoco
ayuda. Cada pinchazo parece que encaja en mi piel y parece que no,
pero va doliendo más. Como si quisiera tragarme el iceberg más afilado
del jardín y convencido creyera que puedo hacerlo.
He tenido sueños raros en los que sonreías.
Han sobrado las sábanas y el cristal, y he necesitado un volcán
a mi lado para sostener los malditos escalofríos.
En la temperatura más alta del día siempre pensaba lo mismo:
es maravilloso que puedas destrozarme la vida.

Con la fiebre no se negocia. Lo he aprendido rápido y casi dejándome
el hipotálamo en el camino. O en la cama.
Todo va tan lento que parece que retrocede.
El miércoles juraría que era domingo, que ya lo había vivido
por error o por un desajuste metafísico de cambio de signo.
Cambiaría algunas cosas de sitio pero los perfumes no se tocan.
Con la luz encendida soy incapaz de reconocer tu lugar favorito.
Las noticias y las previsiones del tiempo se me van olvidando
en una amnesia placentera que dura lo justo.
Si tuviera que decirte algo importante, jamás te lo diría en un poema.

Es maravilloso que puedas destrozarme la vida.
Y decidas no hacerlo.

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