viernes, 12 de octubre de 2012

LA NOCHE ESTÁ PERFECTA

La noche está perfecta para corregirnos con un bolígrafo rojo o para quemar las sábanas que perpetúan tus orgasmos. Pero no voy a hablar de ti. Agota y destroza. Más por lo que no publico que por lo que plasmo. Hablando de plasmar, hay un plasma impresionado de no sé cuántas pulgadas que divide la razón en dos. Y entonces divulgo en modo aleatorio escenas que me recuerdan a alguien pero que no sé quién es. Subo las escaleras, bajo la cremallera y el corazón está a punto de que se me salga por la boca. Pero eso ella ya lo sabe. Así que continúo subiendo las escaleras hasta que ella me dice “es aquí”. Y un alivio recorre el pasillo del bloque. Desconozco en qué piso estamos. Desconozco todas las cicatrices que me tiran hacia el suelo. Esta noche hay cosas que pesan más. Lo que ocurre a continuación es totalmente prescindible e imaginable. No cuido los intervalos azules y el conductor del autobús se da cuenta que a pesar de que estoy repleto de rasguños, ninguno me ha rozado. Me siento al fondo, y apoyo la cabeza en el cristal. Pero la quito al segundo porque los baches provocan que mi cabeza choque una y otra vez. Y eso, en estas condiciones, no es la mejor opción. Hablando de condiciones, no suelo acondicionar espacios ni camas si siempre pierdo la batalla o como mucho, empato. Y antes de entrar en mi portal, noto que vas desapareciendo. Que te vas desapareciendo del lugar que entraste sin llamar, sin hacer ruido, que cada vez quedan menos cosas tuyas en la habitación que creaste al margen de este edificio en escombros. Y no encuentro palabras para agradecértelo. La noche está perfecta para inmolarse contigo o para no volver a verte nunca más.

No hay comentarios:

Publicar un comentario