lunes, 3 de septiembre de 2012

LA TEMPERATURA QUE HACES

No puedo explicarme. Pero puedo explicártelo. Elegimos el peor sitio para colisionar después de quedarnos sin saldo, sin ropa y sin carbono para disfrazarnos de lo que no somos. El ruido se interpone entre lo que perdimos y lo que no vamos a recuperar. Nuestras deudas siempre fue mejor no pagarlas. Ya sabes por qué. Nuestras dudas siempre fueron peor de lo que imaginábamos. No puedo explicarme. Pero puedo explicártelo, vuelvo a decirlo. Tú olvidas por no tener cojones. Yo sudo por no llorar. Y así, poco a poco vamos formando una trinchera perfecta para hablar del tiempo y otros asuntos que nos importan una mierda. Hace menos calor por las noches y eso ayuda a escuchar algo diferente a la temperatura que haces desde lejos. Esnifo una a una las palabras que escribiste por Whatsapp. Y es mejor que no sepas las consecuencias. Sobre todo a partir de las cuatro de la mañana. Vomito los orgasmos febriles en el bar de la esquina. Simplemente por no saber qué hacer con ellos. Me crujo los dedos y creo que al fondo, crujen las aurículas también. Eso fue una sorpresa, no estaba programado. Reabsorber fracasos no está de más cuando con los ojos descalzos y ambiguos, entendemos la soledad de esa forma que no hace falta dar detalles. No puedo explicarme. Pero puedo explicártelo. Aunque no sé si te vale. Haré un último intento. Pasar página no es pasar de página. Pasar página es leer y releer la tuya, y aprender los puntos y las comas, las sílabas y las putadas, los atajos y las manías, las carencias y los puntos débiles. Pasar página no es pasar de página. Es leer y releer la tuya, y que ocurra lo mismo que con los medicamentos caducados: que no hagan efecto.

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