sábado, 22 de septiembre de 2012

PASOS DE CEBRA SIN COBERTURA

DISCORDANCIA #20 La culpa fue mía. Hasta ahí todo claro. El baile no fue más que gritar en código Morse lo que no dije. El alcohol distorsiona la memoria. Y equilibra la balanza o la desequilibra, hacia cualquier parte tuya. Llámalo como quieras. Tenemos que aceptar irreversiblemente que ni tú vas a estar cuando yo esté, ni yo voy a estar cuando tú estés. Esto sí es una cuestión de geografía, a nuestra manera. “Coincidir” es de esos verbos que por mucho que sepamos cómo se usa, no va a significarnos nada. Hay que aceptarlo como se acepta aquello que no se puede explicar pero que se entiende a la perfección. No es necesario extendernos. Ni décimas explicaciones que no explican nada. El alcohol distorsiona la memoria. Y es cuando no me acuerdo que te pareces más a otros paisajes inhabitables. Cuando no me acuerdo que no vas a lamer mis puntos débiles para que se evapore lo que no está a tu favor. Cuando no me acuerdo de lo que argumenta el punto y aparte. El hermetismo quizá aumente por la resaca y se comparte mejor si “Dash” de DeYarmond Edison impacta sin hacer ruido pero no dejando nada en pie. Y de pronto, un chicle puede re-direccionar todas las raíces nerviosas que componen el perfume que mejor te define. Que mejor me desarma. Si acceder supone desvirtuar el trato, tendré que resetear las imágenes en las que salimos sonrientes firmando el acuerdo. Si lo que hago no lo ubicas en lo que dije es sólo porque a veces tengo la costumbre de hacer estupideces a gran escala. Una afición como cualquier otra. O no tanto. La culpa fue mía. Porque en realidad, nunca fuiste “Lo que eres/ me distrae de lo que dices” (Pedro Salinas), y eso es algo que te das cuenta después. El alcohol distorsiona la memoria. Pero la culpa fue mía. Por eso, perdón por las vueltas de mis palabras. “Por los bailes” (Andrés Suárez). Por la gramática inalámbrica. Es simplemente una forma absurda de entender lo que digo. Es simplemente porque lo más parecido a dormir cuando no puedo dormir es dejar constancia por escrito de la intoxicación presente de anoche y de ti. A partes iguales. A partes jodidamente desiguales. RUIDOS QUE SUENAN A HÄNDEL Y A CAFÉ #21 Tengo los ojos rojos de no cerrarte y el frigorífico apagado para que los miedos no tomen forma. Ser contradictorio es lo más coherente que puedo ser ahora mismo. Existen también palabras de garrafón, y eso siempre se nota. Igual que las cortinas echadas o los labios despintados que hablan y hablan, y cada vez dicen menos. Como un “iglú sin primavera” (Vetusta Morla) y cualquier cosa mejora la oferta que no hiciste. Existen también lugares en mitad de la nieve que te acogen como una manta eléctrica, como vendavales que abrazan con cuidado, como ruidos que suenan a Händel y a café. Tengo los ojos rojos de no cerrarte y el frigorífico apagado para que los miedos no tomen forma. Aprieto contra mí lo que no tiene que ver contigo y de la misma manera, los impulsos eléctricos deletrean las sábanas con las que nos destapamos a media noche. A mitad de ser tú. A mitad de ser yo sin pasar por ti. No dejaste dudas al respecto, y se agradece. Y apreciamos también los buzones rotos para dejar palabras sueltas, los cartílagos que suben el azúcar y los supermercados abiertos veinticuatro horas para echarnos de menos sólo dos minutos. Has confirmado de largo y de sobra que apenas tengo imaginación, que necesito palpar tu vientre y coordinar la gravedad con lo cotidiano para que los niveles de caos se ajusten al rastro que deja un petrolero para no perder el camino. No tengo imaginación. Lo que no quiere decir que a veces no te imagine. Al igual que no sé leerte con subtítulos; prefiero la versión original aunque no me entere de una mierda. Aunque sólo tenga claro el maldito “Fin”. Y surge una pregunta diferente a la que me hiciste: ¿Qué puedes ofrecerme tú que yo no haya perdido ya? Y es que lo que sobre no vale. Y es que hay ciertos temas de los que no puedes darme lecciones. Porque dime, qué vas a explicarme tú de meterse en el barro, de quedarse en blanco en la batalla, de cambiar de dirección y llegar al mismo acantilado. Dime qué coño sabes tú de estar sin ti. Como ya te dije, hay ciertos temas de los que no puedes darme lecciones. Del resto, todo lo que quieras.

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