domingo, 22 de julio de 2012

NO ES TAN DIFÍCIL

En realidad, no es tan difícil. Quiero decir que tú sabes la distancia más corta entre tú y yo. Pero sobre todo sabes de sobra los atajos para llegarnos, vencernos y secarnos. Hay resacas que duran el tiempo justo para soltar el móvil antes de decir lo que ya imaginas. Y que es mejor no decir. Aunque lo sepamos los dos. Un tren, un autobús, un taxi, o andar a las 6 de la mañana desde Torneo hasta Triana, son formas jodidamente extremas de repasar tu nombre con otro acento. De incluirnos en las luces de la avenida porque ya es la única manera que tenemos de follarnos sin que duela. Hay resacas también que aparecen sin previo aviso cuando al destaparme tengo aún más calor. Y doy vueltas en la cama moldeando las palabras que van de la persiana al colchón, y del colchón a no sé qué mierda de sitio, pero es un sitio que te es familiar. Hay resacas que confluyen en una piel ajena que te acoge como si estuvieras en casa. Aunque no sea capaz de cerrar los ojos. Y repase de memoria los escalones. Y me acuerde del color del ascensor que nos sube y nos baja a desritmo. Y me acerque al espejo para ver si realmente este gilipollas que hay enfrente soy yo. Y por supuesto que lo soy. Hay resacas como abrazos rotos, tú aprietas y yo no siento nada. Como botas desgastadas que avanzan en una despedida. Como ventanas cerradas para que tu suavizante invente otro pasillo. Hay resacas que parecen que nunca van a terminar. Y la tuya es una de ellas.

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