sábado, 9 de junio de 2012

PARA QUE NO TE SIRVA DE CONSUELO

Mis auriculares te contagian lo que no te digo. Aunque los dos sabemos que si tuviéramos que elegir entre cañones y mantequilla no estaría tan claro. Aunque los dos sabemos que esta noche va a refrescar más de lo común y tenemos kilómetros de sobra para escupir hacia arriba y que no nos caiga encima. Eras más aficionada que yo a este grupo. Sin embargo en el último disco hay tres canciones –quizás alguna más– que joder, nos abren en canal y “sírvanse”. Eras las balas que matan sin quitar el papel de regalo. Siempre intuí las tormentas. –No recuerdas una mierda de todo lo que hemos hecho– decías. –Puedes que tengas razón. Mi memoria es regular. –Pero es como si no hubiésemos vivido nada. No recuerdas el concierto en el CAAC, la peli polaca en versión original, cuando te equivocaste de salida la tercera vez que me llevaste a casa en coche, la tarde de lluvia en una librería pequeña en la alameda, o cuando subí a tu azotea aquella noche y habías puesto una manta en suelo, preparado la cena, con “You are my home” de Rivulets sonando en el portátil y con las vistas de la catedral de fondo, mientras yo, paralizada, no supe qué decir. No sé cómo coño no puedes acordarte. –A mí, sin embargo, me habría gustado más que en lugar de recordar todo eso, te hubieses acordado de mí cuando todo se fue a la mierda. Cada uno tiene sus preferencias. Porque sabes que si esas cosas las hubiera hecho con otra que no fueras tú, las recordaría con casi toda probabilidad. Y con casi toda probabilidad también no podría decirte su nombre. Ellas no son tú. Por mucho que me empeñe. El “quién” suele importar más que el “qué”. Se me vienen a la cabeza algunas citas: “El amor es como los columpios: casi siempre empieza siendo diversión y casi siempre acaba dando náuseas” (J.P.). Se me vienen también dos poemas de Pablo García Casado que leí en voz baja mientras dormías: “Me dices que la cama de tu cuarto/está sin hacer que bajaste y todas/las tiendas estaban cerradas que hoy/es domingo que ayer sábado dijimos/muchas cosas mucho amor ginebra besos/que si tengo algo de pan o ternura/que prestarte”. Y el otro: “La casa es un asco sin ti el fregadero el cuarto/de baño las sábanas sucias la comida pudriéndose/en la nevera tú mejor que nadie sabes lo difícil/de convivir con un tipo como yo incapaz de enfrentarse/con asuntos tales como la colada la cesta/de la compra la elección de detergente o la soledad/mi vida es un asco sin ti”. Después de leerlos me quedé un rato más sentado en el sillón mientras notaba cómo tus sueños tropezaban con la luz pequeña de la nevera. Volviendo a la explicación. No tengo la certeza de que pasaran. Aunque sí tengo la certeza de que tú estabas allí. A veces vestida. A veces desnuda. A veces en silencio. A veces en pie de guerra. A veces extinguiéndome. A veces follándome. Que viene a ser lo mismo. Como te dije antes, es cuestión de preferencias. Por cierto, mataría por recordar todas esas cosas que dices y no recordarte a ti. Para que no te sirva de consuelo.

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