jueves, 14 de junio de 2012

ESCENAS Y ANTENAS DESINTONIZADAS

En una escena sacada de un libro de William S. Burroughs dijiste “puedes quedarte si quieres”, entre hormigones de pladur y un cortafuegos que hacía justo lo contrario. Miré a mi alrededor y sólo sentí comprensión en un ventilador que esparcía la piel muerta de las sábanas que fuimos incapaz de revivir. De intentos fallidos puedo hablarte un rato. Pero creo que es mejor tocarte la espalda y mandar a la mierda a Strauss. Al menos de momento. Él me salvará después. En una escena sacada de una película de Christopher Nolan pensé que aunque suene el despertador en breve, las palabras duelen mucho más si se dicen a oscuras. Me giré. Te giraste. Se giró el edificio entero con nosotros y no sé cómo, nos encontramos de frente en tu esquina preferida de la cama. Qué hacer con todo esto. Qué intervalo absurdo para dejar pendiente las autopistas habitables para uno solo. Para repasar el eclipse punto por punto. Y el desayuno se enfría en la cocina mientras le doy a la opción de “save” para guardar tu imagen en las retinas o en el contestador del móvil. Veo desde aquí antenas y aviones reorganizando los gestos cálidos que se van con el agua del grifo. Las latitudes que coinciden con tus piernas y mi lengua. Y a modo de despedida ficticia, dejamos nuestras palabras secándose colgadas en el marco de la puerta. Y me voy por el mismo sitio por el que vine: por un camino reversible que es el paraíso y el infierno. Según vayas. O según vengas.

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