jueves, 15 de marzo de 2012

SNATCH, CERDOS Y DIAMANTES DE FONDO

Si tuviera algún motivo para quedarme, me iría. Preparo el desayuno con Snatch, cerdos y diamantes de fondo. Yo vigilo las tostadas. Tú te encargas de mirarme de vez en cuando. Decides que hay luz suficiente para que no podamos apagarnos durante un buen tiempo. Yo soy algo más escéptico pero reconozco que pocas cosas brillan en la oscuridad mejor que tus rodillas. “¿Por qué siempre hablas de lo mismo?”. Porque es lo único en lo que estoy dispuesto a perder el tiempo. “¿El sexo?”. El sexo es lo que ve la gente que sólo piensa en sexo. Pero en realidad, es de las pocas cosas de las que no trata, del todo. “Siempre lo nombras”. Siempre está ahí. Escribo lo que hay. “Según tú, todo gira entorno a eso”. El sexo es lo de menos. Quiero decir, que el sexo importa igual que tener viajes en el bonubús o pensar en tu grupo sanguíneo antes de dormirte. Su grado de importancia es relativa según la situación. Aunque siempre importa, claro. “No me convences”. Te acercas, revisas las marcas que me dejaste ayer. Siguen en su sitio. Hiciste un buen trabajo, tardarán en borrarse. Llevo varios días analizando la frase de D.H. Lawrence: Hasta los animales se sienten tristes después de eyacular. Qué más añadir. Ya que has sacado el tema. El sexo es algo triste que te hace feliz. Y a mí me encanta sentirme triste. Sobre todo contigo. Rimbaud lo desarrolló jodidamente bien cuando le preguntó a un amigo si era feliz y éste le dijo que sí, a lo que él le contestó que cómo había podido caer tan bajo. Qué más añadir. Por eso sentirme extremadamente triste contigo, es como una felicidad imposible, conseguida sin tener ni puta idea de cómo ha sido. Las mejores explicaciones siempre se me ocurren cuando ya te has marchado.

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