miércoles, 30 de mayo de 2012

SIN MANOS

Das el visto bueno a mis desastres y a mi memoria ilógica. También decides cuándo es el momento oportuno de echarnos a correr y quedarnos empapados, frente a frente. Tus batallas cuidan la paz de mi cuerpo al ritmo de tambores. Siempre tenemos la incertidumbre de si estos periodos de descanso que nos damos son o no definitivos. Aunque nos importa una mierda si lo son. Casi todo es negociable. Sabes que puedo mentirte. Para ser lo contrario y lo opuesto. Para salir ilesos o con daños irreparables. Sabes que puedo mentirte. Pero lo realmente grave, es que sabes que incluso puedo decirte la verdad. Me he despertado con el verso de Rilke “Sé que el tiempo/ no se llama como tú”. Sé que se nos han acabado las hormonas comunes, el hipotálamo compartido; en resumen, el tirarnos al suelo y pasar lista a los orgasmos que aunque no tengan tu nombre, siempre responden al tuyo. Seguimos. Das el visto bueno a la opacidad que me rodea según qué instantes. Al cambio de orden sin previo aviso. A mi falta de valor para decirte “una vez más”. Das el visto bueno a todo lo malo de mí. Ahora es mi turno. Yo lo tengo mucho más fácil. Porque hasta esta chica que me dice que si tengo frío puede quitar el aire acondicionado, hasta ella que no tiene ni puta idea de quién eres, te da el maldito visto bueno. Y cómo decirle que no. Ya te dije que la novedad no engancha pero atrae. Sin embargo tú, me agarras por los huevos mientras dices “mira, sin manos”. Y contra eso, nada se puede hacer.

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