lunes, 25 de febrero de 2013

YA NO SIRVE. AUNQUE LO SIGA UTILIZANDO


Me gusta que me golpees de la forma que lo haces. Para poner los pies en el suelo. Para que no se nos ocurra soñar. No voy a dormir contigo. No voy a reproducir el impacto. Primero va a un costado. Luego al otro. Para terminar con un directo de izquierda en mis pulmones. Contengo la respiración. Mantengo el pulso con las sombras que no van a alumbrar. Aunque nos cieguen. Reseteo lo que importaba para que no cale cuando te des la vuelta. Ya no sirve. Aunque lo siga utilizando. Te darás cuenta cuando todo esté en su sitio. Lo que nos rodea es ajeno a mí. Pero tú le encuentras sentido antes de pensarlo. Antes de cualquier movimiento. Antes del último metro. Dejarlo pasar hasta que no reaccione a pesar de perder la noción del tiempo y de la vasodilatación. Los domingos siempre son duros cuando apago el móvil con cosas que no te diré. O con maniobras ocultas que facilitan la independencia de sábanas rotas. Sé lo que dije. Y sé también lo que no voy a cumplir. Calibrar la atmósfera antes de apuntarnos al pecho. Con champagne nos hundimos no sé si hasta el fondo, pero sí un poco más. Lo que suena a redención es en realidad una forma absurda de echarle valor. Pero el valor no vale una mierda. El puto sol recompone en código Morse la ventana que te vio no mirar nada. Que te vio no reemplazar nada. Me gusta que me golpees de la forma que lo haces. Porque me recuerdas que no existimos. Y eso contigo, siempre se agradece.

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