viernes, 25 de enero de 2013

UNA PIEL QUE NO DA PARA MÁS

Me inclino para beber el agua directamente del grifo. La luz coge el tono. Las sábanas enderezan las horas que no han llegado todavía. No sé si hablar de ti o de la corrupción. No es que tengáis nada que ver, simplemente son dos opciones. Da pereza volver a contar lo de Urdangarín, Bárcenas, Pujol o el policía que ha robado 150 kg de cocaína. Aunque el indulto del gobierno al conductor kamikaze porque era hijo del amigo del primo de su puta madre, se lleva el premio. Es imposible cagarse más en la justicia y en la democracia. Y lo curioso es que por mucha mierda que echen y salga, siempre hay sitio para más. Por mucho déficit que exista, siempre hay un banco en Suiza donde salen las cuentas. Llegados a este punto, las urnas no sirven. Habrá que buscar otras opciones. Por eso no me gusta hablar de estos temas. La “violencia” va emergiendo de una forma repentina y subversiva, y ahora a ver cómo coño hablo de ti, siendo todo lo contrario a esto. Por eso, tampoco lo voy a hacer. Rara vez se escucha el río. Rara vez algún puente no sostiene la ciudad cuando tiene una crisis de identidad. Mientras las farolas sigan encendidas, todo estará bien. Después de todo, la “destrucción” no está tan mal. Tiene un punto de romanticismo y de estupidez. A decir verdad, todo lo romántico tiene algo –o mucho– de estúpido. No existe un lugar más inofensivo que un lugar donde el amor no existe. Piénsalo bien. O mal. No importa. No echo de menos las montañas rusas. Ni los paracaídas que no se abren. Ni los apagones en la avenida. No echo de menos nada de eso. Sin embargo, volvería a repetir aquel concierto. El sonido bastaría. Lo que está sobrevalorado es porque no somos capaces de aceptar el valor real. Se puede decir que el valor depende de cada uno. Y es verdad. Pero hablo de mí. De la multitud no tengo ni idea. Ni quiero tenerla. Sobrevaloramos la felicidad y el dolor. Las drogas y los analgésicos. A Dios y el aire acondicionado. Los coches diesel y el sexo. El petróleo y la poesía. El rock y los souvenirs. La nieve en las pupilas y la arena en una piel que no da para más. Sobrevaloramos todo lo que no vale nada. Simplemente para que cuando no lo tengamos, tener la certeza de que hemos perdido algo. De que hemos vivido algo. Sobrevaloramos la posesión. Como si fuese extraordinario. Como si fuese espléndido notar que ya no está. Y cuando volvemos a conseguir lo que teníamos, nos damos cuenta que eso que hemos recuperado, no se parece en nada a lo que habíamos perdido. Y ya lo sabíamos. ¿Para qué coño lo hacemos? Para comprobarlo. Para ver si al menos, se parece un poco a lo que perdimos. Sí, con esa mierda nos conformamos.

2 comentarios:

  1. Y cuando volvemos a conseguir lo que teníamos, nos damos cuenta que eso que hemos recuperado, no se parece en nada a lo que habíamos perdido.

    CHAPEAU!

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