sábado, 12 de enero de 2013

EL LONDRES MÁS FEROZ // UN RATO, ALGUNOS DÍAS

PARTE 1: EL LONDRES MÁS FEROZ Todo fue rápido. Ella tomó la primera salida, coleccionando desvíos que instruir. Fuimos al G y creo que alargaron una hora más las copas a 3 euros. Una sorpresa porque ya pensamos que teníamos que beber White Label. Allí estuvimos hasta que se acabó la oferta y luego tiramos para el FC. Lo que ocurre en el FC siempre está un poco borroso. Pero está. Hablo con una chica que baila jodidamente raro, pero de eso me doy cuenta más tarde. Me dice que es americana. Me dice que su grupo favorito es Radiohead. Le digo que también es uno de los míos. Luego me dice que es maestra y que está con unos compañeros de trabajo. Sigue diciéndome nombres de grupos aunque no me entero de nada. Así que saco el móvil y le digo que lo escriba. Primero le pongo la pantalla en la que el teclado tiene tres letras por cada número. A los cuatro minutos, y después de escribir el nombre de un grupo (y todos los símbolos existentes en el móvil) y borrarlo veinte veces, pienso que tal vez es mejor ponerle el otro teclado. Giro el móvil y se cambia. El resultado es el mismo. “No te preocupes. No tengo ni idea de qué grupo es” le digo. Ella sonríe y cambiamos de tema. A continuación me dice que tiene que ir un momento al servicio pero que vuelve en dos minutos. Yo le digo que muy bien. Entonces, empieza a hacer algo raro con su mano derecha, buscando mi mano derecha. Al principio creo que se está despidiendo como un rapero americano porque tiene el puño cerrado. Mi desconcierto aumenta por momentos porque insiste. Veo que levanta el dedo meñique y ya comprendo la situación. Hago el “juramento” que no me moveré de aquí y se va. En estos casos casi nunca vuelven. Pero esta vez resulta que sí. Volvió. Seguimos hablando y aparecen en escena tres de sus amigos. Uno es bajito, y parece salido de cualquier programa de Intereconomía. El que sea. Otro es tremendamente alto, delgado y con gafas. El tercero parece que se ha comido a los otros dos porque está jodidamente petado y es bastante alto. Y ahí estamos los cinco. Con “nuestras” cosas. Ellos hablando en inglés. Yo observando al luchador de pressing catch porque tiene toda la cara de ir pasadísimo de coca. Entre otras cosas. Este tipo es una caja de bombas que va explotar en cualquier momento. Le ofrece insistentemente a la chica para que beba de su copa pero ella le dice que no, insistentemente también. Cada vez que dice que no, ella se gira y me grita al oído “Oy my God!”. Yo no sé qué está pasando. Pero esto se repite varias veces. Nos quedamos hablando los dos. El luchador se pierde entre la gente. Y el de Intereconomía y el alto hablan entre ellos. Éste comienza a llamar a la chica repetidamente en el hombro, con lo cual, es imposible mantener una conversación. Una vez, y otra, y otra, y así durante diez minutos. Le pregunto a la chica si ese tipo es su pareja, y me dice que no. Acto seguido, le digo al tipo alto: “Amigo, deja de llamarla. Sólo es un minuto. Luego sigues con tu maravilloso entretenimiento”. Éstas son las cosas que cuando estás ciego no recapacitas antes de decirlas. No dice nada. No mueve ni un maldito músculo de la cara. Pero deja de llamarla. Ella y yo vamos fuera. Antes se lo dice a sus amigos. Para suavizar “mi relación” con el “amigo” alto, le digo que en cinco minutos estamos de vuelta. Sigue sin decir nada. Entonces le pregunto muy despacio “Ha-blas mi i-dio-ma?”. A lo que él responde “Sí. ¿Qué has dicho de mi padre?”. A lo que yo respondo “Creo que no hablas mi idioma”. A lo que él responde “Sí hombre, que era broma”. Y se ríe. Estupendo “amigo”. Salimos del FC, me pide mi número y después de diez minutos de una lucha feroz con la pantalla táctil de su móvil, ambos conseguimos tener el número del otro. Así que volvemos a entrar al FC. Ella se va con sus amigos. Yo obviamente no miro a ninguno por lo que pueda pasar. Busco a P y salimos de allí. Llegamos al C y el ambiente estaba pesado, tangiblemente hablando. A nuestro lado había dos chicas extranjeras. Se les acercó un chico español y el saludo inicial fue “Jelou”. Tal como suena. Las chicas se miraron y se fueron alejando poco a poco. Pero el chico fue en su búsqueda. La segunda frase fue “¿Habláis español?”. Una de las chicas dijo que sí con la cabeza y la otra dijo que no. Yo me empecé a reír y la chica que dijo que no, me miró y se empezó a reír también. El chico se fue. Y ella me preguntó que por qué me reía. Yo le dije que fue por la falta de coordinación con su amiga, a la hora de contestar. Ella me dijo que no quería hablar con él. Por tanto, no hablaba español. Hablamos en español durante un rato y no sé cómo salió J.G. Ballard. Nos despedimos y, P y yo nos fuimos. Sevilla a las 6:30 de la mañana parecía el Londres más feroz. No quiero ni imaginar cómo sería el Londres de verdad ahora mismo. No quiero ni imaginar cómo serías tú, si no fueras de verdad. PARTE 2: UN RATO, ALGUNOS DÍAS “Es fácil cuando funciona. Cuando tú y yo, sin leer las instrucciones, funcionamos como un jodido reloj suizo. Como una máquina perfecta de hacernos feliz. Y de matarnos. Sobre todo, de matarnos. Es fácil. Los dos lo sabemos. Los dos lo evitamos. Los dos nos buscamos hasta quedarnos sin aliento y decirnos: dame más. Dame más de esta puta mierda porque no sé qué coño hacer sin ti en momentos como éste”. Y justo cuando acabo de escribirlo, sé que no te lo voy a enviar de ninguna de las maneras. Y se van borrando una a una las palabras. Somos como la niebla. Sólo existimos un rato, algunos días. El resto, no somos nada. Ni queremos serlo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario