martes, 8 de enero de 2013

REIVINDICO EL UNO MISMO Y CONTIGO NO SE PUEDE

Me cierras la boca con tu muslo derecho. Hipnotizas al mundo con la saliva que te sobra cuando dices que “sí”. Y abrimos la ventana con el sabor de tus uñas despintadas. ¿Qué hacemos con los edificios que se derrumban con el sonido? Sonríes y tiras el nórdico al suelo. Sonríes y empiezas a leer desnuda poemas de Bukowski. Cambio mis biorritmos para conocerte cuando me odias. Se me oxidan los ojos de no pensarte. Por eso me sobra la luz. Y Roma aún se acuerda de nosotros. Zagreb no nos ubica. Y en Zahara de los Atunes tu falda controlaba la marea. No me esperes si te pido que lo hagas. No te quedes si no hay gaviotas suficientes para mantener la compostura. No te calles si me callo. No te vayas si no dejo de correr. ¿Qué desierto alumbrará más cuando cerremos la puerta? Destilaremos el agua salada para guardar lo que quede de nosotros. Escucharemos tambores de guerra para dormirnos. Volcaremos la piel y pisaremos los charcos para inundar las derrotas. Y puedo morderte por whatsapp. Y puedes parpadear en una pantalla táctil. Y no podremos follarnos si el sudor no es capaz de soportar el síndrome de abstinencia. En zigzag tus manos son un arma de destrucción masiva. Igual que el mando a distancia cuando está en tu abdomen. Igual que las montañas azules que tiritan sin opción de compra. Me cierras la boca con tu muslo derecho. Tiene la estructura de una playa inacabada. Tiene la composición de un incendio que sólo sabe ponerse de puntillas. Después de Dalí, tu lengua es lo más surrealista que he visto. Y se me ha olvidado dónde dejamos el set de supervivencia. Propones una solución alternativa que no nos incumbe a ninguno de los dos. Y resulta ser válida. Puedo ser, a veces, un cabrón. Pero un cabrón que te echa de menos. Y justo cuando voy a quedarme dormido, te acercas hasta notar tu boca inflamando mi oído, hasta perder la noción de la distancia, y me dices “Yo mataré monstruos por ti” (Love of lesbian). Y paso de sólido a líquido para caer al suelo y acordonar tus huellas. No te harán falta las botas. Morderé el asfalto cuando lluevan cristales. Y estaremos en paz. Quién coño prefiere las alturas pudiendo estar en la planta de tus pies.

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