sábado, 19 de enero de 2013

ROCCO SIFFREDI ES SIEMPRE OTRO

Produces reacciones químicas sin necesidad de ajustarlas. Y eres como las drogas de diseño, aunque con más efectos secundarios. Recubres con alquitrán el espacio que no recortamos para que no podamos huir cuando llegue el momento y no queramos hacerlo. Por eso produces y reproduces el efecto invernadero en la zona de mi yugular que está reservada para tus colmillos. Me sientan bien los aeropuertos. A ti nunca te gustaron. Hablemos de las estaciones de trenes. Nos fugamos tantas veces que ya no quedan destinos por recomponer. Tú aceptas hacerlo en el vagón más alejado. A mí me vale cualquier nube para agarrarme y guardar el equilibrio. El equilibrio y nosotros sí que es algo para analizar. Horizontalmente, recapacitas sobre el cambio climático cuando desaparecemos por no formar parte del paisaje con anemia que es la ausencia por diez de tú sin mí, de mí sin tu pulmón. Verticalmente, nadie ofrece algo mejor para abandonarnos de una puta vez. Ni nada peor tampoco, que es lo grave. Nuestro secreto fue entender que ninguno iba a salvar al otro de nada. En todo caso, caeríamos con más fuerza. ¿Hacia dónde? Eso ya lo decidimos durante la caída. Produces reacciones químicas en cadena en mis órganos internos, y no tan internos. No hace falta numerarlos, ya sabes el orden. Estás atenta a mis sombras para que no interfieran en tu pintalabios. Estás en stand by cuando encendemos la parte oculta de las mañanas que incomprensiblemente, gotean por no llorar. Nunca tuve especial interés en hundirme con el barco. Sin embargo, siempre he tenido especial predilección en hundirme si te hundes. De salir a flote si sales. De abandonarme si no me abandonas. Los reflejos de luz y de lluvia de esta mañana bipolar sintetizan la fiebre que nos damos a mitad del invierno. Siempre somos otro. Alguien acogedor e inofensivo. Alguien que desordena lo inaccesible y devuelve un tsunami sin batería. Hubo veces que en cualquier escena de Rocco Siffredi y Jenna Jameson había más amor que juntando todas las palabras que nos dijimos. Después de dormir contigo, siempre ocurren cosas que tienen difícil explicación. Por ejemplo, notar en tu lengua restos azules de mis ojos caducados. Por ejemplo, masticar en la pared los orgasmos de segunda mano que nunca entenderemos. O por ejemplo, leer en mis costillas escrito a bolígrafo “Debí haberte encontrado diez años antes o diez años después. Pero llegaste a tiempo” (Jaime Sabines). Tuvimos mala suerte. Nos probamos una vez. Una puta vez solamente. Y fue suficiente para fundar esta extraña adicción sin sustancias. Nunca probamos nada que enganchase de esta forma tan magnífica y tan estúpida. Sobre todo, tan estúpida.

2 comentarios:

  1. El contratiempo es juez y parte, el propio tiempo es arte y hasta nos podría ayudar...

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