miércoles, 17 de abril de 2013

ON THE ROAD


Odio cuando te pones asertiva y me entiendes. Y te entiendo. Cuando recapacitas y dejamos de ser dos gilipollas integrales para convertirnos en una estatua anestesiada de aceite y sal que no sabe andar ni correrse con el rímel de ti o de mí. Cambia el color. Odio cuando nos damos la razón y un estado de paz se diluye en la sangre y recogemos el sudor que se evapora en el suelo. Ahora podríamos estar ahí tirados, invadiéndonos sin permiso pero con la puta orden de no retroceder. De no parar. De seguir. Pero hasta la esquina solamente. Si giramos para sitios distintos memorizaré tus grados. Memorizaré la acera que recubrió nuestra otra parte. Odio cuando no podemos hacerlo y lo hacemos porque los detalles vuelven a este maldito sol anóxico de sombras y vodka. Cuando es otra y no tú quien se viste o me desviste con la luz encendida. O me dice de ir al estreno de “On the road” aunque se hayan cargado y la hayan cagado con la adaptación de la novela de Jack Kerouac. Odio cuando te pones asertiva y me entiendes. Y te entiendo. Porque entonces ya no queda nada que arreglar. Y sólo queda vestirse y recoger las cosas. Y despedirnos. Y no hay una mierda más grande que ésa.

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