Si
supieras el abismo sangrante
que
hay entre tú y las demás,
no
te pondrías celosa como una perra
al
ver que a veces, las marcas de dientes
de
mi cuello no coinciden con los tuyos.
Porque
esas marcas, de una manera u otra,
siempre
se terminan borrando.
Con
sudor o pintalabios de los chinos.
Las
que tú me dejas, las intento disimular
entre
huellas de otros dientes
que
muerden y muerden,
sin
saber que las mejores heridas
se
hacen con tu lengua.
Sin
saber, que esto sólo hace
que se noten aún más las
tuyas.
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