Esta noche Charlotte no viene a dormir.
Ella no lo sabe pero desde que no pasa la noche en casa, he desarrollado
un pseudo insomnio que está jodiéndome la rutina. No es romántico. Tal
vez evolutivo. Sea como fuese, no puedo dormir absolutamente nada cuando
ella no está. Charlotte casi siempre tiene razón, incluso cuando se
equivoca. Y esto no consigo entenderlo. Hay amenaza de lluvias
torrenciales en la costa de Koh Tao. La mujer del tiempo no tiene claro
cuánto durará pero sonríe igualmente. Charlotte tiene la costumbre de no
despedirse por whatsapp antes de irse a dormir; lo cual hace que me
quede esperando un mensaje que casi siempre llega entre las 7:32 y las
7:36 de la mañana siguiente. Todos los diarios digitales abren con el
mismo titular: “El virus Z ha vuelto a mutar y los tratamientos de
décima generación han dejado de ser efectivos”. En el último mes han
cerrado cincuenta y dos laboratorios sólo entre Bangkok y Chiang Mai. En
la vida todo se resume a matemáticas o poesía. Y con los números no se
discute. Simplemente se admiten. Las farmacéuticas están arruinadas por
la ineficacia de los antivirales. A veces las matemáticas y la poesía
confluyen, y entonces, lo llamamos justicia poética. O karma. O
simplemente paciencia. Charlotte no lo sabe pero ya he olvidado las
noches que llevo sin dormir por su culpa. Aunque estoy convencido que
ella sí lleva la cuenta.
PARTE 2: LABORATORIOS XHER S.L.
Estoy casi seguro de que es domingo aunque ayer fuera viernes. Compré una ensalada de papaya en un puesto callejero y acto seguido dispararon a un policía en la puerta de un puticlub. Supe que era policía porque tenía la parte de arriba del uniforme sin abrochar. Supe que era un puticlub porque esas cosas se saben. Nadie se acercó. Nadie preguntó. Tiré el resto de ensalada y busqué un taxi. Mientras esperaba revisé la cuenta bancaria en el móvil y por fin me habían ingresado el finiquito: “Transferencia de LABORATORIOS XHER S.L.: 30.500 ฿”. Me despidieron tras un recorte en la plantilla del cincuenta por ciento. El virus Z sólo afecta a hombres entre los 30 y 50 años de edad aproximadamente, con una estadística en este rango del 98,3% de los casos detectados. Esto último aún no lo saben ni el Departamento Mundial de Enfermedades Infecciosas ni el Departamento Mundial de Investigación Microbiológica. Hace dos días recibí un email de Anna von Jick que decía: Confirmado. Anna y yo trabajamos paralelamente a la investigación que hacemos en los laboratorios oficiales desde el inicio de la pandemia del virus Z. No queríamos que ocurriera lo mismo que sucedió con los virus HX37 y PMD. La cura a estos virus se encontró con bastante rapidez, tras superar la Fase III con éxito y también la Fase de Aprobación y Registro. Posteriormente se aprobó el inicio de la Fase IV. Ante la pasividad de las farmacéuticas, el Comité de Ética tuvo que exigir la inmediata comercialización de los antivirales la cual se estaba posponiendo por cuestiones exclusivamente económicas, ya que la única forma de tratar estos cuadros era sintomáticamente: antipirépticos, antiinflamatorios, analgésicos, etc. Los ingresos de las farmacéuticas se multiplicaron por quinientos en cada una de estas pandemias.
Al terminar de hacerlo, Charlotte siempre se quedaba dormida desnuda en cualquier parte de la cama. Entonces yo, con cuidado, reestructuraba la geografía de las sábanas a su medida. Ahora me dirijo en un taxi probablemente ilegal, a casa de Anna para que me explique todos los detalles. Por el camino rebota lentamente en cada una de mis neuronas la frase que descubrimos en aquel hostal de Berlín: “Después de corrernos, nada de lo que hicimos mereció la pena”. Y así fue hasta que te conocí.
Por favor, no dejes de escribir.
ResponderEliminarLo mismo digo.
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