Para hablarte de la nieve hace falta
que recuerdes que te necesito,
y que mi caída libre es menos libre sin
ti.
Y, ¿quién quiere eso?
Siempre te dije que hay países que sueñan
en tus rodillas y volcanes azules
que se corren cuando te ríes con mis
estupideces.
Y luego, pensamos en océanos vacíos,
en nubes congeladas o en lunas rojas
que están hasta los cojones de escupir
hacia arriba,
y no volar.
Para hablarte de felicidad
deberías de ver mi cara de gilipollas
justo ahora,
cuando se ilumina el móvil
porque me has mandado un mensaje
que dice: “Qué maldito viento hace
y yo sin ti”.
Te entiendo.
Yo llevo toda la tarde encendiendo
y apagando la estufa porque no encuentro
la temperatura exacta cuando no estás.
Para hablar de futuro
no necesito memoria
si tus pezones me recuerdan.
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