viernes, 13 de enero de 2012

QUE COMPITAS CON LAS ASPIRINAS

A menudo la gente busca similitudes externas para conseguir atracciones internas. Me da igual lo que me pidas, pero piénsalo bien. De qué me sirve que midas 1.68, que bebas whisky o vodka, que bailes Lou Reed, que lleves una camiseta de Johnny Cash, que tengas las uñas cortadas con la longitud exacta y pintadas de rojo oscuro, que follemos y que nos mojemos, que nos congelemos de frío y que recojamos nuestras cenizas, que vaya al baño y que cuando vuelva estés sentada al piano desnuda, que yo te eche el pelo hacia un lado mientras tu columna endereza mi vida ácida, que tus vinilos coincidan con mis pupilas, que las entradas para el próximo concierto sea en Glastonbury y tengamos que coger un avión y que estemos elevados antes de que enciendan los jodidos motores, que tu ropa interior sea suficiente para abrigarme y sobrevivir a otro invierno que se extingue en cualquier farola, que compitas con las aspirinas y el estómago, que deduzca el próximo resfriado escuchándote por el móvil y que sea cuestión de horas que yo lo tenga también. De qué carajo me sirve todo eso, si eso no es lo que hace que marque o no, tu número. Lo importante, después de todo, no importa tanto.

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