TELEDIARIO
POR TRIPLICADO
No sirve de nada mi
nombre en tus pezones si saltas en paracaídas. No sirve de nada el whisky en mi
clavícula con el viento a favor. Las vueltas no son vueltas. Es más fácil
evitarlo y que degenere. Es mucho más fácil. Mira la estupidez de insomnio
cuando freno en seco. O cuando se nubla el techo. Lo que encaja perfectamente
destruye a la perfección. Incluso después del incendio sigo sin notarlo. Puedes
girar la voz o estrujar la avenida. Seguirá sin ocurrir nada. No sé qué versión
de ti mantiene el último callejón desnudo. Pero es lo que siempre he
abandonado. No sirven de nada tus piernas a 25 grados. No sirve de nada
masticar el cortocircuito si no sabes lo que es la electricidad en los
pulmones. He salido del turno de noche. Me he duchado. Me he tomado un yogurt.
Son las 9:35 y es la tercera vez que veo la repetición en bucle del maldito telediario.
Prefiero no pensar en nada a pensar en ti. Para deshacerlo. Para diluirme en el
último escalón del sueño húmedo que huele a tu sombra. Para no saber quién soy
ni qué implica mi jodido nombre. Ni el tuyo.
HE
IMAGINADO CASAS SIN TI
Mi lengua se
desacostumbra de tu lengua como el invierno se desorienta con la calefacción en
espiral. He imaginado casas sin ti y ascensores que no pasan por agosto. Los domingos
son viajes al exterior de un temblor odioso y cortante. Deberías de estar aquí.
Entre los gritos de los niños en el patio y el viento con la batería justa que
va de la habitación al salón. Entre lo que existe cuando golpeas bien y lo que extingues
colateralmente. Aún está bajo mínimos la frontera que no pisamos por no
apaciguar el misterio. Mi lengua se desacostumbra de tu lengua como la columna
vertebral se olvida de la gravedad en los días de lluvia. He imaginado casas
sin ti. Y era algo tan jodidamente triste que no he tenido cojones de ponerle
nombre.
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