Nadie sabe de qué hablo cuando hablo de
ti. El barro congelado de tus tacones. Caminar sobre tus huellas. Mi torpeza
para desvestirme mientras te muerdes el labio. La vida que se queda corta. Porque
echarte de menos es la forma fácil de decírtelo. Y lo sencillo siempre se puede
hacer mejor. Nadie sabe de qué hablo cuando hablo de ti. El apartamento a
oscuras. Tu perfume goteando en el cristal. Tus piernas como cadenas en mis
costillas. Hablarte en sueños sobre cometas y edificios abandonados. Porque el
telediario suena de fondo mientras tus pies descalzos analizan todo lo que
odiamos alguna vez. Noticias sobre Siria, Trump, Putin, la Gürtel, Dybala, Isco
y este calor infernal en abril. Y es que nadie sabe de qué hablo cuando hablo
de ti. Llevo varios días pensando cómo terminar este texto. Siempre me decías
que la mejor manera de acabar las cosas era: de repente, sin avisar, de un golpe
seco. Para que duela menos. Los cojones.
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